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SÓLO DIOS LO SABE
Antonio Sánchez García
Nunca como ayer estuvo el país más próximo a encontrar el camino
cierto hacia la resolución electoral de su grave conflicto de
gobernabilidad. Preguntado uno de los delegados de la CD por la
metáfora con que definiría lo vivido en la reunión que acababa de
celebrarse replicó: “el tropiezo que da un equilibrista de alto
performance justo a centímetros de apoyar el pié firme en el trapecio
más alto.”
No dejaba de tener razón. De la mano del Secretario General se
presentó una propuesta a ambas delegaciones que consideraba cinco
puntos básicos para desbloquear las negociaciones: 1) devolución de la
Policía Metropolitana al control de sus autoridades legítimas; 2)
regreso del ejército a sus cuarteles, con la sola excepción de los
efectivos de la Guardia Nacional, con estrictas funciones de custodia
del orden público; 3) garantizar el respaldo legislativo a la
realización del referendo consultivo; 4) asegurar su debido
financiamiento por parte de las autoridades competentes; 5)
declaración conjunta de las partes en conflicto en contra del uso de
la violencia y facilitación del proceso de negociación de la salida
electoral a la crisis, al que se abocarían de inmediato los miembros
de la comisión. Tal acuerdo sería suscrito por los 12 delegados, sus
dos asesores, el Secretario General de la OEA y el presidente de la
República Hugo Chávez Frías.
Alguna vez se conocerán las razones que impidieron suscribir este
acuerdo, si es que no es aprobado finalmente en el día de hoy. Las
probabilidades de que así suceda son muy altas. El camino hacia la
resolución positiva de las negociaciones ha adquirido así reales visos
de efectividad y todo indica que el optimismo tiene suficientes
motivos como para encontrarse en igualdad de condiciones con el
pesimismo.
La causa radica en varios factores. La amenaza cierta del paro, en
primer lugar; el temor al desarrollo de una violencia incontrolada de
parte y parte, en segundo lugar; la presión internacional, en tercer
lugar.
Incluso el paro pareciera ser aceptable por el gobierno si no
desemboca en acciones violentas que rompan el precario equilibrio de
fuerzas que caracterizan el momento histórico que vivimos. La
violencia pareciera ser el monstruo latente que asoma sus garras
independientemente de la voluntad de sus propios progenitores: todos
le temen, y con no disimulada razón. En cuanto a las presiones
internacionales, las declaraciones emitidas ayer por los gobiernos de
Chile y Canadá, entre otros, en los que asoma la no velada intención
de recurrir a la aplicación de la Carta Democrática Interamericana
para asegurar la vigencia del orden constitucional y democrático pende
amenazante sobre quienes quieran ir más allá de los estrictos marcos
fijados por la constitución.
¿Terminaremos la pirueta con éxito? Sólo Dios lo sabe. No está de más
echarle una ayudadita.