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¡POBRE VENEZUELA!
Antonio Sánchez García
Tres semanas completas de negociaciones no han traído una sola novedad
con que alegrar al país para estas navidades, ansioso como está por
una salida a la crisis que lo agobia. Mientras los delegados de la
Coordinadora Democrática han insistido en sondear posibilidades de
acuerdo y tender puentes hacia sus interlocutores, estos se han
replegado llenos de resquemores y amargura, sin dejar ni un solo
instante de repetir hasta el cansancio las mismas y ya manoseadas
acusaciones de golpismo oligárquico. Dueños de una docena de vocablos
de grueso calibre político con que ofender a quienes piensan distinto
– obras del calenturiento caletre presidencial – han sido incapaces de
obrar y proceder con originalidad, grandeza y desprendimiento.
Resultado: total inmovilismo.
Si esa es una muestra de lo que obra en un grupo el encontrarse bajo
el influjo de un caudillo, qué inmensa ventaja la nuestra, los
opositores, que carecemos de uno de esa calaña, contando sólo con el
liderazgo anónimo de un pueblo vigilante. Aún no comprenden seres
hasta ayer reconocidos por su inteligencia, honestidad y perspicacia,
como Rangel o Chaderton, cuán triste es el papel que están
desempeñando en este momento crucial para la historia de la patria.
Mientras los seis delegados de la Coordinadora Democrática mantienen
su propio perfil y su propia autonomía política, capaces de una voz
independiente y un criterio personal frente a la responsabilidad que
se les ha asignado, ninguno de los enviados del presidente parecen
tener ni la más remota posibilidad – no hablemos ya del derecho – de
atreverse a pensar y obrar por cuenta propia. Pueda que entre el
talante adusto de Rangel y el gesto travieso de Istúriz haya alguna
diferencia: espiritualmente parecen dominados por el mismo corsé
ideológico y la misma sumisión venal. Son un calco de los hombres de
la nomenklatura cubana, esos que no difieren ni un milímetro del
pensamiento oficial del líder hasta que se les descubre en Miami
soltando el horror que acumularon durante cuarenta años de servilismo.
Así, tras estos cuatro años de gobierno, estos gestores del presidente
se han ido convirtiendo en un quiste sometido y aislado, aunque
enriquecido. Sobresale hoy por haber llegado a la porfía numantina,
sin la gloria de la grandeza de un honor y una causa. Pues pareciera
que el terror a la derrota no sólo les viene por su naturaleza
intrínsecamente antidemocrática. Surge de la espantosa conciencia de
las cuentas que tendrán que saldar no sólo ante la historia, sino ante
los tribunales de la república. ¿Preferirán el sacrificio ritual de
una derrota apocalíptica, que a lo menos les ahorre enfrenar la
vergüenza del futuro, que la civilizada retirada avalada por una
conciencia limpia y sin mácula? ¿O es que simplemente están
corrompidos hasta la médula?
¿Tendrán algún futuro en la Venezuela democrática? Rangel pareciera
estar quemando sus últimos cartuchos. Del viejo amigo de Cicerón no
queda más que un rictus de amargura. Chaderton se irá sin duda al
anónimo retiro. Istúriz disfrutará de lo ahorrado en su único éxito
político demostrable: sin poseer ni un solo voto haber dispuesto de
cuatro carteras, algunas embajadas y la presidencia de PDVSA. Botín
más que suculento. De los otros ni siquiera vale la pena imaginarse un
futuro.
¿Estas son las razones del fracaso de la mesa de negociación y
acuerdos? ¡Qué bajo has caído, pobre Venezuela!