TIEMPO DE PALABRA

Carlos Blanco

Tiempo de Sabiduría

Llegó el momento de hilar fino. El panorama político, hasta ahora, se ha dibujado con los trazos gruesos de la confrontación entre el autoritarismo del régimen y las luchas democráticas de la sociedad. A partir de este momento, la finura de los trazos, el talento para las jugadas y la habilidad de los estrategas pasa a contar como nunca antes.

Ir a la Mesa de Negociación es una sabia decisión de la oposición. Esta instancia implica una victoria que no puede ser despreciada. Después del 11 de abril el gobierno inventó un falso diálogo, una descomunal payasada dirigida por José Vicente Rangel, en la cual los gobernantes designaban a los representantes tanto del gobierno como de la oposición, fijaban el sitio y la agenda de las conversaciones;  además, desechaban por “golpistas” a los genuinos representantes de esa oposición. Por supuesto, ese mecanismo fracasó, lo cual no fue obstáculo para que Rangel proclamara las bondades del inútil tinglado.

Ahora la negociación podría ocurrir en condiciones de equilibrio. El gobierno designa a sus representantes, la oposición a los suyos y se escogerá de mutuo acuerdo el temario, el sitio y el mecanismo. Así como la oposición se va a sentar con los que el gobierno escoja; el gobierno tendrá que hacerlo con aquéllos a quienes vituperó como golpistas y que las instancias de mediación internacional han reconocido como válidos interlocutores democráticos.

¿Entramparon a la oposición?

En la oposición hay quienes están incómodos por esta negociación. Consideran que es un “tenteallá” que el gobierno busca para ganar tiempo. Además, los representantes de Chávez son del ala dura, especialmente Rangel que ha hecho gala de total desprecio  hacia los adversarios. Sin embargo, así como la oposición no puede aceptar que el autócrata le escoja sus representantes, tampoco puede impedir que éste escoja a los suyos. Es positivo que sean los más fieros enemigos de la disidencia los que se sienten a negociar, porque si fueran del chavismo “light” no serían representativos del régimen. Los que desde el gobierno ejercitan más el odio son los adecuados porque con sus posiciones nadie podrá engañarse.

También es comprensible que no asista Chávez. En toda negociación tiene que haber una segunda instancia. En un momento difícil, los negociadores oficiales argüirán que deben consultarle al Presidente. En este sentido, la oposición no debería correr riesgos. No es conveniente que los jefes de los partidos, ni los presidentes de la CTV y Fedecámaras sean los negociadores; éstos deben funcionar como la segunda instancia con la cual consultar. Tal vez no sería inadecuado que se designaran a algunas personalidades representativas de la oposición, que vayan con un claro mandato.

En el campo de la sociedad civil hay mucho desconsuelo por este mecanismo. Se considera que sentarse con el gobierno es una concesión; estiman que Gaviria ha metido al país en un camino sin destino ni sentido; incontable número de ciudadanos cree que el gobierno enredó en una madeja miserable a sus adversarios. La existencia de estas prevenciones no es del todo negativa, es parte del ejercicio de la vigilancia por parte de la sociedad. Sin embargo, hay que reconocer, responsablemente, que la negociación es un camino complejo, más largo, pero que puede evitar el desparramamiento de la violencia que ya ha comenzado a cundir. Los otros caminos más cortos son un golpe militar, que los demócratas están obligados a descartar;  o una insurrección cívico-militar de incierto resultado y de improbable ejecución en este momento.

Negociación y calle

Sin embargo, si la oposición pusiera todos los huevos en la canasta de la negociación estaría perdida. Por supuesto, lo que el gobierno quiere es marear a los que considera sus enemigos, engatusarlos con leguleyismos insólitos como el de la ilegalidad del referéndum consultivo. La oposición está obligada a tener el talento suficiente para no tomar el brebaje que le preparan. Además, es un avance que gente del gobierno como Rafael Simón Jiménez, Nicolás Maduro y los linces del PPT (éstos, cuando hablan en secreto), admitan la posibilidad de la consulta electoral, a pesar de las depresiones y furias incontenibles que sucesivamente poseen al debilitado líder de esta revolución.

Pero la negociación es, también, un inmenso peligro para la oposición. Si abandona la calle, se suicida. Si sólo se pone a ver Globovisión para saber cómo van las reuniones con el gobierno y deja la protesta en el congelador, el autoritarismo chavista habrá conseguido su objetivo de marear a la disidencia. Ahora, más que nunca, la calle es el escenario de los que procuran la salida de Chávez.

En este marco, la protesta de la Plaza Altamira debe ser reconocida como un aporte a las luchas cívicas por parte de militares y civiles. Pero, así como no es sano que algunos “dueños” de la oposición que sólo se preparan para las candidaturas pretendan descalificar lo que ocurre, no pueden los militares congregados allí decretar lo que la CTV, Fedecámaras o la Coordinadora Democrática deben hacer. Es más, los militares de Altamira están en el deber de comunicar al país cuáles son sus escenarios: ¿Conviene que los oficiales activos que deben impedir la represión contra la sociedad se identifiquen públicamente y abandonen sus cargos? ¿Hasta cuándo debe durar la ocupación de la Plaza Altamira en caso de que no se produzca ahora la renuncia de Chávez o la convocatoria de la huelga general indefinida que han propuesto? ¿Tienen los militares democráticos dentro de la FAN poder para exigirle al Alto Mando que éste, a su vez, demande del Presidente la aceptación del Referéndum ya?

La lucha en la calle es indispensable para que la negociación avance. Si, a pesar de toda la presión, ésta no avanza, si la Sala Constitucional del TSJ o el Ejecutivo intentan las maniobrillas acostumbradas, el camino de la huelga general vendrá con naturalidad: no lo inventarán la CTV y Fedecámaras por arriba, sino que serán los trabajadores y los ciudadanos todos, los que la exijan. Ahora es el momento de la sabiduría, el país democrático tiene que saberlo aprovechar.

Discretamente

 

cbgarcia@cantv.net

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