Deshojar una Margarita (I)

 

Oscar Vallés

 

No estoy habituado hacer añicos las ideas de nadie, ni tampoco hacer uso del humor negro. Pero es difícil resistir la tentación a desbaratar este discurso, más por el impacto que produjo que por lo que dice. Estamos tan acostumbrados al dogmatismo oficialista y a su desdén por la inteligencia, que se para alguien que no pinta un rábano en el poder y dice unas simuladas cositas “ramplonas” y todo el mundo lo celebra. ¿Qué hay de cierto en los ochos desafíos del discurso? ¿A quiénes están dirigidos, a Chávez, a la oposición o al registro de la historia? ¿Qué se mueve detrás de quienes lo celebran? Examinemos los desafíos como quienes deshojan una margarita: le creo, no le creo…
 

Primer desafío: permítanme expresarlo como un silogismo para ver si lo entendí bien. Dado que en el pasado nuestra democracia fue un régimen de minorías pactando entre sí para establecer un orden político que lograba “controlar a las mayorías a través de múltiples recursos”; y en el glorioso presente “si la democracia venezolana ha de ser sustantiva, profunda, de verdad, es de las mayorías”; entonces, si y sólo si, “mientras los pobres sean la mayoría absoluta de esta sociedad, ellos escogerán el gobierno nacional”. Excelente. Un razonamiento limpio y elegante. Esto es lo que llamo tener un “instrumental cognitivo adecuado para captar y comprender la realidad que les rodea”. Sin embargo, no le creo. No sólo porque me está queriendo decir que en la actualidad no existe un grupito que se reúne en los salones apoltronados de Miraflores diseñando y aplicando “múltiples recursos” para controlar a las mayorías, minorías y cuanto bicho camine por aquí, sino porque me dice que todo gobierno que reciba el apoyo de una mayoría expresa una democracia “sustantiva, profunda, de verdad”. Imagino que una democracia tan hermosa como la mayoría que apoyó a Mussolini, a Hitler o a Stalin, o sin irnos muy lejos, a Lusinchi y ahora a Chávez. El hecho de que una mayoría apoye a un gobierno no basta para afirmar que estamos ante una democracia de verdad. ¿Acaso lo numeritos no favorecieron los primeros años de Pinochet? ¿Y que hará nuestro gobierno con los pobres, si se convence que mientras la mayoría sea pobre seguro lo apoyará? Si esa afirmación es producto de un instrumental cognitivo adecuado, entonces, mientras más pobres mejor y, seguro también, mejor democracia. ¿Para que reducir la pobreza si con ello garantizamos el ejercicio del poder en una democracia de verdad? No había visto en un número tan reducido de palabras una mayor insensatez intelectual.
 

Segundo desafío: el silogismo sería el siguiente. El discurso de Chávez ha sido exitoso por clasista y revanchista; es necesario reconocer que todos somos ciudadanos y cabemos en el país; luego, la oposición tiene que “reconocer que el otro no sólo existe sino que es su igual y ‘por ahora’ es la mayoría” y “el oficialismo” tiene que abandonar “el discurso ramplón según el cual todo opositor es un ‘oligarca golpista". Perfecto, muy bien, el asunto es facilito. Mientras, por un lado, nosotros le decimos al oficialismo “pase y gane” y hagan lo que ustedes deben hacer, porque una misteriosa facultad les permite saber mejor que ningún otro venezolano –a excepción de Bolívar y Zamora, claro está, y uno que otro cubano- lo que nosotros necesitamos y aspiramos para nuestros hijos, nuestro país y las futuras generaciones; y, por el otro, ustedes -¡por Dios!- dejan de decirnos esas dos palabritas saca ronchas, de lo más antipáticas y discriminantes, “oligarca opositor”, la convivencia pública y pacífica de esta “democracia de verdad” iluminará con tal fuerza la vida ciudadana que nos dejará con la misma ceguera que aquél que logra librarse de las cadenas de la tapia y salir de la caverna platónica. Ah, por supuesto, falta un detallito. El discurso no olvida decirle a Chávez que el clasismo y el revanchismo en sus modos de hacer política han sido exitosos. Que gracias a ellos, Comandante, estoy aquí, ante Ud., haciéndole antesala a su gloriosa coronación por tres años más o seis, si las mayorías que encarna el Sr. Maduro prosperan. Pero comprenda que tengo que decir algo porque el asunto de la reconciliación está de moda desde que Ud. llegó al poder. Pero descuide, ahí le dejo un segundo datico. No sólo la mayoría pobre garantiza su permanencia en el poder, sino que el clasismo y el revanchismo en sus modos de proceder son más que exitosos. Veamos si los oligarcas se comen el cuento y deje por favor de repetir esas palabritas. Esto va para Lina también. Ya verá como los metemos en el mismo saco, con gorrita de círculo y franela roja incluida. Bárbaro.
 

Tercer desafío: a estas alturas, “el instrumental cognitivo adecuado” ya empieza a quitarse la mascarada. La cosa es como sigue. Salir del actual estado de esquizofrenia y enajenación nos llevará tiempo; el “inmediatismo político… combinado con niveles intolerables de ignorancia y oportunismo” de la Coordinadora, lo aumentan hasta el punto de “ponernos a las puertas a una guerra civil”; entonces, si y sólo si, hay que “exigirle a quienes practican el activismo social y político, que superen de una vez por todas, ese pensamiento improvisado, irresponsable y de mirada cortísima en el tiempo”, y “es hora de respaldar a nuestros políticos más serios y controlarlos para que nos representen responsablemente en la difícil tarea que tenemos todos por delante”. Pulcro, realmente pulcro. Ahora bien, ¿me lo dice o me lo pregunta? ¿Cuál es la tarea? ¿La revolución bonita o Chávez hasta el 2021? ¿Es eso lo que nos quiere decir cuando aspira que “se tracen estrategias de manera inteligente, estudiadas, que obedezcan a un horizonte utópico, que trascienda el día siguiente para prolongarse en el mediano y largo plazo”? ¿El horizonte utópico, entonces, es lo que nos advierte todos los días Alberto Garrido? ¿Basta con tener uno, sea cual sea lo que sea y persiga, para ser un político serio? ¿Qué opina del Tercer Reich? Este pétalo no se lo creo. No basta tener un horizonte utópico, enmarcado en estrategias inteligentes para afirmar que sólo así se puede ser un político serio; responsable, pues. El horizonte utópico está ya decidido, por si no lo sabía. Es el que delinea la Constitución Bolivariana de Venezuela, ésa que su Comandante no se cansa de blandear por todas partes donde va. Lo que pasa es que él nunca la respeta.
 

Por eso es que el discurso identifica la revolución que tiene Chávez en mente, y que no aparece por ningún lado en el librito azul, como un “horizonte utópico”. Pero creo que un adecuado “instrumental cognitivo” debería saber que la responsabilidad política no es hacer estrategias de largo aliento basadas en un horizonte utópico, sea cual sea cual la utopía que tengan bajo la almohada. Mucho menos tratar de “imponérsela” a ese eufemismo que usa el discurso, “minorías”, para referirse a la mitad menos uno del país, porque 1,8 millones de diferencia en 14 millones no es más que eso, la mitad menos uno. Si desea saber que es la responsabilidad política en una genuina sociedad democrática constitucional (nuestro único y “ratificado” horizonte) con gusto le remito la bibliografía. Tampoco le creo cuando dice que “la política es uno de los oficios más difíciles en una sociedad, cuanto más cuando ésta tiene porciones enfermas por el miedo, la división y el rencor”. ¿En qué quedamos? ¿No había dicho que el revanchismo era sumamente exitoso? ¿Qué aliviaba el “dolor” de las mayorías pobres? ¿De dónde sacó que nos chuparíamos el dedo de asociar, según el pulcro razonamiento de este desafío, a la oposición con el miedo, la división y el rencor, con los responsables de llevarnos a una guerra civil? ¿Se olvidó acaso del 4-F y 27-N? Cualquier historiador sabe que la historia la escriben los triunfadores, pero seguramente jamás se concibió a sí misma escribiendo una para el triunfador. ¡Y qué clase de triunfador!
 

Cuarto desafío: en este pétalo no hay razonamiento alguno. Sólo hay unas arengas de saludos a la bandera, claro está, sin dejar de echarle su correspondiente kilito de bosta hereford a la oposición. Comienza con un saludo mayor que casi es digno de la serie “mecates” que acuciosamente nos dibuja Pedro León Zapata: “El gobierno de Chávez, como legítimo representante del Estado venezolano, tiene la obligación primera, principal e ineludible de ponerse al frente del proceso de reencuentro, diálogo y reconciliación”. Magnífico, esa afirmación seguro le sacó lágrimas a más de un opositor que celebró con vítores el discurso. Pero bueno, ¿no fue el mismísimo Chávez, en su balcón del pueblo en la madrugada del lunes 16, quien dijo exactamente la misma frase? Sí. ¿No volvió a repetirlo en su Aló Presidente del primer domingo después del referendum? Sí. ¿No fue la partecita más aplaudida del discurso el día de la ratificación? Sí. Esa es la línea de Miraflores, por lo menos hasta que las aguas se calmen. Lástima que VTV sólo tomó el rostro del discurso y no pudimos ver la indudable sonrisota del Comandante. Pero sigamos: “Para ello debe pensar y actuar desde distintas ópticas, dimensiones de la vida social, y plazos temporales”. Esto es, Comandante, hay que ser más oblicuo, no tan frontal. Aquí le dejo otro datico más. El asunto no es que la reconciliación se puede lograr si reconocemos que en democracia no hay justificación alguna para le impongamos a los demás nuestra particular manera de concebir la vida y la sociedad, que no hay forma alguna de imponer nuestras particulares creencias de lo que es la “vida buena” sin recurrir al hecho de la opresión. La reconciliación pasa necesariamente por reconocer que todos y cada uno de los “que habitan esta tierra de gracia” no tiene ningún derecho de usar el poder político del Estado, que no es de las mayorías, sino que es conformado por “todos”, para imponer visiones de mundo u horizontes utópicos, que no hayan sido acordados por todos. La democracia es un orden político que tiene el propósito de controlar y limitar a los que ejercen temporalmente el poder del Estado de sus apetencias de transgredir los derechos de los ciudadanos. Y la reconciliación pasa por reconocer el derecho que tenemos todos de que nadie nos imponga una particular conciencia moral y política, aunque sea en nombre de Bolívar y Zamora, Martí y Castro, Chávez y Rangel, y aunque tenga el respaldo de unas mayorías –como dice el discurso- obligadas a “permanecer en la ignorancia o recibir una instrucción de ínfima categoría”, que por lo visto seguirán así mucho más.
 

Pero no, el discurso no toca ni de vista la sustancia del asunto, sólo la forma. Use más la mano zurda, Comandante, que sabemos que Ud. es siniestro. No se vaya de frente porque se estrella. Vamos todos a la revolución bonita, al encuentro de Bolívar, Zamora y el “mocho” Hernández, pero “desde distintas ópticas, dimensiones de la vida social, y plazos temporales”. Finalmente, el kilito para la oposición: “El Estado y las élites que desde ella actuaron en el pasado son los principales responsables de que hoy la sociedad esté desgarrada en pedazos y que importantes sectores sean incapaces de verse uno a otros sin reconocerse como iguales, sin temerse u odiarse mutuamente”. Es el colmo de la historia oficial. Insisto, ¿no quedamos que el discurso clasista y revanchista fue exitoso porque sacudió la amalgama que teníamos y nos puso, ahora sí, “sin reconocerse como iguales”, que no haya manera de vernos “sin temerse u odiarse mutuamente”? El discurso dice que fue el puntofijismo como le gusta al Comandante, pero ¿por qué esa deliberada retórica de limpiarle las manos a Poncio Chávez Pilatos? ¿No es más afín a un instrumental cognitivo adecuado decir las cosas como son, esto es, “son responsables y sus 6 años también Comandante? Ni de vaina, ya hay un crucificado y fue varón. Además, que sabroso es ser un intelectual del poder. Sólo resta implorar al cielo porque a la oradora la pongan al frente de las misiones que “con acierto el proyecto bolivariano” ha iniciado, para ver si algún día ve lo que ella se niega ver: el más puro, simple y vulgar adoctrinamiento ideológico en la causa del “horizonte utópico”. En fin, puros buenos deseos en la más apropiada línea de la política oficial, con sus respectivos kilitos para la oposición. De verdad que no comprendo aún de qué se queja Tarek.
 

De ocho pétalos de la margarita, cuatro me dicen que no le crea. Como el evento de re-coronación del Comandante exigía la más grande de todas, dejaremos el resto de la margarita para una próxima entrega. También, para ver si tienen respuestas las otras interrogantes, a saber, ¿a quiénes están dirigidas, a Chávez, a la oposición o al registro de la historia? ¿Qué se mueve detrás de quienes hoy todavía lo celebran?

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