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EL PARO CÍVICO NACIONAL Y EL FIRMAZO: DOS EXITOS
QUE ABREN EL CAMINO PARA LUCHAR CON MAS FUERZA Y EFICIENCIA
Timoteo Zambrano, Rafael Alfonzo, Américo Martín, Alejandro Armas,
Manuel Cova, Eduardo Lapi
Venezuela ha transitado por los cuatro años más duros de su existencia
moderna. La promesa de cambio que representó el gobierno de Hugo
Chávez en diciembre de 1998 se ha transformado en una pesadilla que
hoy amenaza la vida misma de la nación.
La esperanza de superación de la pobreza y la corrupción se ha
transformado en un estado de angustia colectiva, donde ninguno de los
conflictos y problemas de la nación se han resuelto y en su lugar se
han creado otros nuevos. Un engaño colectivo, una ilusión de
revolución que en vez de salvar a los pobres genera más pobres y los
hunde cada vez más en la miseria, ha arrasado con las instituciones,
quebrado a las industrias, malgastado el dinero del petróleo y, lo más
grave, ha enfrentado a los venezolanos entre si. Cien nuevos pobres
por cada hora del gobierno de Hugo Chávez, frente a la súbita y
obscena riqueza de nuevos y poderosos corruptos, son tan solo una
señal de la revolución “bonita” con que la propaganda oficialista
pretende embaucarnos.
Fiel al modelo del militarismo populista latinoamericano, Chávez ha
usado demagógicamente a los pobres al tiempo que los castiga más que
ningún otro gobierno anterior: Su gobierno desmanteló los programas
sociales que suministraban apoyo compensatorio a los más humildes, y
desató un desempleo feroz. En la Venezuela de la supuesta “revolución”
chavista, solo tres de cada 10 venezolanos tienen empleo en el sector
formal de la economía, y dos de esos tres perciben apenas el salario
mínimo, el cual no alcanza para cubrir la canasta básica.
Pero no es el de Chávez un “mal gobierno” cualquiera. Este es un mal
gobierno que además ha roto el pacto básico de convivencia entre los
venezolanos: Ha tratado de convertir a la educación pública en una
herramienta de adoctrinamiento ideológico, a las Fuerzas Armadas en
brazo armado de un proyecto partidista, a PDVSA en fuente de recursos
para financiar la exportación de su supuesta “revolución” a escala
continental y a las instituciones del Estado en títeres dóciles a su
voluntad, transformando en ficción los postulados constitucionales que
garantizan la separación de poderes y el balance democrático. Chávez
ha usado el control de la maquinaria y de los recursos del Estado para
poner en marcha la más excluyente de todas las visiones posibles de la
sociedad y del Estado: un proyecto de poder autoritario y
personalista.
Este proyecto fue enfrentado por la cultura democrática de la sociedad
venezolana. Primero fueron los habitantes de los barrios, protestando
en la calle porque el gobierno anuló una Ley de Vivienda que ponía en
manos de las comunidades populares el manejo directo de los recursos
destinados a la construcción de casas y la rehabilitación de los
espacios urbanos; Luego fueron los maestros, padres, madres y
representantes, rechazando el intento de convertir a las escuelas en
centros de formación político-partidista; Luego fueron las
universidades, desafiando a agentes gubernamentales que -a falta de
apoyo estudiantil o profesoral- usan armas de fuego y colocan
artefactos explosivos para imponer su hegemonía; luego fueron los
obreros, defendiendo su derecho a organizarse en sindicatos libres;
luego los trabajadores petroleros, preservando el carácter profesional
y meritocrático de la principal industria de nuestro país; luego fue
la Iglesia, cuyos sacerdotes y obispos han sido reiteradamente
ofendidos y cuya obra social ha sido sistemáticamente atacada; luego
fueron los medios de comunicación, que han tenido que pronunciarse
ante los atentados criminales y los intentos de acallarlos mediante
procesos administrativos y judiciales... Y así, sector tras sector,
cada venezolano ha ido encontrando y descubriendo sus propias razones
para oponerse al proyecto autoritario del oficialismo, hasta que los
49 decretos de la Ley Habilitante agredieron simultáneamente a todo el
país, y entonces dejamos de luchar aislados y nos convertimos en un
inmenso frente social, ampliamente mayoritario, luchando por la
libertad y la democracia.
Frente a los despropósitos del régimen, los países del mundo observan
con asombro y admiración como nuestra sociedad lucha por sacudirse el
yugo que sobre ella pretende imponer un gobierno enemigo de su propio
pueblo. Más de un año de presencia continua en la calle de millones de
venezolanos le ha enseñado a las naciones que en Venezuela ciertamente
se eligió democráticamente en 1998 a un gobierno, pero que este ha
perdido toda su legitimidad frente a nosotros y los demás pueblos del
mundo. El valor de nuestras mujeres, el coraje de los marinos
mercantes, la férrea determinación de los trabajadores petroleros son
emblemas de una lucha de todos que al final produjo la formación del
Grupo de Países Amigos y la presencia del Secretario General de la OEA
por más de dos meses en nuestro país, hechos que hablan por si solos
de la condición antidemocrática del gobierno de Chávez: la mediación
internacional se produce para discutir sobre derechos constitucionales
de los venezolanos que el mismo gobierno debería garantizar.
El paro cívico ha sido la respuesta de una sociedad dispuesta a no
permitir que se establezca un proyecto político que los venezolanos
rechazamos. Al paro le siguió la desobediencia civil, amparada en el
artículo 350 de la Constitución, pero el gobierno continúa sordo ante
la demanda de que se consulte a la voluntad popular. Ante un pueblo
que busca desesperadamente su reconciliación, el gobierno responde con
emboscadas a las manifestaciones ciudadanas y con una represión brutal
y vergonzosa que se ha ensañado especialmente contra nuestras mujeres.
La recuperación de la democracia en nuestro país no será una tarea
sencilla. Se trata de una carrera cívica de largo aliento con
obstáculos que tenemos que asumir en su verdadera y exigente
dimensión. Mantener la unidad e integridad de la oposición es una
condición fundamental para garantizar la victoria frente a las fuerzas
del atraso. La convicción del triunfo, la moral y la razón están de
nuestro lado. Este es el momento para que una oposición compacta y con
tareas claras defina sus acciones para perfilar la construcción de un
país mejor. Debemos estar preparados para la compleja situación
fiscal, social y económica que se avecina como consecuencia de tener
un gobierno que ha pasado cuatro años ahuyentando inversiones,
destruyendo empleos y robando dinero. Cuatro años en los que Venezuela
se ha estado desmoronando aceleradamente. Cuatro años de colapso,
cuyas más nefastas consecuencias aun están por verse. Cuatro años de
un desastre cuya gravedad y dimensiones el Paro Cívico Nacional puso
en evidencia ante el país y el mundo.
No hay atajos en esta lucha. El movimiento ciudadano que ha nacido en
Venezuela es indetenible y el gobierno lo sabe. Por eso se resiste a
contarse. Los ojos del mundo están sobre la lucha que libramos, sobre
la forma en que la inteligencia y el coraje del pueblo venezolano se
imponen sobre la cobardía y el atraso de un régimen que no esta a la
altura del pueblo que pretende gobernar. La Resolución 833 del Consejo
Permanente de la Organización de Estados Americanos exhortó a las
partes del conflicto venezolano a trabajar por una salida pacífica,
democrática, constitucional y electoral a la crisis venezolana.
Trabajando en esa dirección, la oposición recogió más de dos millones
de firmas que activaron el dispositivo constitucional para realizar un
Referendo Consultivo, para que los venezolanos pudiéramos contarnos y
resolver de manera civilizada la presente crisis. El mundo ya sabe lo
que pasó: el Gobierno entró en pánico, y utilizó diversas trampas
seudo-legales para secuestrar temporalmente el derecho de los
venezolanos a votar libremente. La sociedad democrática, en respuesta,
no sólo no se desmoralizó, ni acudió a formas de luchas violentas o
antidemocráticas. Muy por el contrario, activamos el Referendo
Alternativo que, mediante el mecanismo del Firmazo, permitió a los
ciudadanos expresar libremente su opinión y su compromiso, a pesar y
por encima de las trampas, las amenazas y el hostigamiento del
oficialismo.
Esa es la hermosa jornada cívica que hemos empezado hoy. En apenas 12
horas, la sociedad democrática movilizada en todo el país ha recogido
ya mucho más de cuatro millones de firmas, cifra preliminar que supera
ampliamente la cantidad de votos que Hugo Chávez recibió cuando fue
electo, y que expresan de manera contundente y obligante el rechazo
del pueblo a su permanencia en el poder, y el compromiso claro de ese
mismo pueblo de construir una salida electoral y democrática a esta
situación. Hoy El Firmazo demostró el inmenso coraje cívico de la
sociedad venezolana, su madurez democrática, su capacidad de
organización y de movilización autónoma. Hoy el pueblo venezolano
volvió a demostrar que le queda muy grande a este gobierno, y que todo
aquel que pretenda asumir un rol dirigente tiene que estar a la altura
de los ciudadanos.
Durante los próximos días seguiremos recolectando firmas. Casa por
casa, calle por calle, barrio por barrio, urbanización por
urbanización; en cada comercio, en cada industria, en cada
establecimiento, habrá venezolanos firmando y recogiendo esas firmas,
hasta sumar una cantidad de varios millones de voluntades, muchas más
por cierto que aquellos tres millones setecientos mil votos que Chávez
sacó en su más alta votación, demostrando de manera clara e inequívoca
que este gobierno es ilegítimo por la más importante de todas las
razones: porque el pueblo ya no lo quiere, porque el pueblo no quiere
más desempleo, más hambre ni más violencia, porque el pueblo quiere
dotarse de un nuevo gobierno mediante el mecanismo democrático por
excelencia, usando el arma del hombre libre, que no es el fusil sino
el voto.
Firmas que serán el gran apoyo de la Mesa de Negociaciones y del Grupo
de Amigos para abrir camino a la solución electoral. Firmas que marcan
el inicio de una nueva etapa de la lucha de la sociedad democrática
venezolana: la etapa de la salida de Chávez del poder, y del inicio de
la reconstrucción democrática de Venezuela.