Crónica sobre la presencia de Carter en el referéndum de Venezuela
LAS MEDIAS VERDADES DE UNA OBSERVACION APRESURADA

*Asdrúbal Aguiar
Doctor en Derecho, Profesor Titular de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Caracas, Ex Juez de la Corte Interamericana de DDHH, Ex Ministro del Interior y miembro, por la oposición, del Mecanismo de Enlace y Seguimiento de los Acuerdos de Mayo.

El Centro Carter ha dicho, por medio de Jennifer Mc Coy (The Economist, 2 de septiembre de 2004), que el referéndum revocatorio recién celebrado en Venezuela y en el que resultara vencedor, según las cifras del Consejo Nacional Electoral, el Presidente Hugo Chávez, fue la consecuencia del voto "secreto y libre" de los ciudadanos.

Rechaza, al efecto, las denuncias de fraude "sin corroborar" formuladas por la oposición. Y cita tres hipótesis, que descarta por inconsistentes: (1) La existencia de un "exit poll" supervisado por Penn, Schoen, and Berland Associates, que habría dado la victoria a la opción "SI", determinando la revocación del mandato presidencial. (2) La constatación de números idénticos o repetidos - no de simples porcentajes - en los resultados electorales para la opción SI como para la opción NO, en máquinas electrónicas de votación contiguas dentro de una misma mesa electoral y en las que ejercieron sus votos números variables de votantes. (3) La existencia de un número de votos a favor del SI en ciertas mesas electorales, que fue menor al número de firmas recolectadas por la oposición para pedir la realización del referéndum revocatorio presidencial.

En igual orden, el Centro Carter aclara que el Poder Electoral venezolano había limitado las tareas de la observación internacional, pero que, finalmente, en el caso de ellos autorizaron el ingreso de los observadores, sus accesos a muchos de los componentes técnicos involucrados, y sus respectivas libertades de movimiento. Y ajusta, de manera valorativa, que la oposición "desplegó una campaña sin brillo" y que, quizás, los ciudadanos "decidieron que era más probable la paz con el chavismo en el gobierno que en la oposición".

Los Acuerdos de Mayo y el ambiente preelectoral

El 29 de mayo de 2003 fueron suscritos entre Chávez y la oposición, representada por la Coordinadora Democrática, unos acuerdos para permitir la solución electoral, pacífica, constitucional y también democrática de la crisis social y de gobernabilidad acusada por Venezuela desde 1998.

Tales acuerdos disponen, insólitamente, que el pueblo podría ejercer su derecho político a votar en un referéndum revocatorio presidencial, a pesar de estar garantizado por la Constitución. Y ello sólo fue posible en virtud de la acción mediadora de la OEA, del Centro Carter y de la ONU: garantes de su cumplimiento.

En distintos de sus informes, expedidos antes y después de los Acuerdos de Mayo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos da cuenta de las razones de la polaridad política presente en Venezuela, a pesar de haber sido ella una de las naciones más respetadas por su tolerancia y estabilidad democráticas en el Continente. Cita la Comisión, entre otras, el verbo pugnaz y divisor de Chávez, el carácter deliberante de la Fuerza Armada y sus intentos de tutela sobre el mundo civil, la ausencia de equilibrios entre los Poderes Públicos - cooptados, como lo afirmara más tarde César Gaviria, Secretario de la OEA, por "amigos" del Presidente - , la falta de independencia de la Justicia, la impunidad, la pobreza dentro de un Estado escandalosamente rico, las violaciones a la libertad de expresión y de prensa.

De modo que, el referéndum del último 15 de agosto, no era un objetivo en si mismo, dada la ausencia de desempeño democrático descrita. Era, eso sí, una oportunidad crucial para el restablecimiento de la confianza entre los venezolanos, para erradicar los amagos de violencia y de insurrección, y para abrirle ruta firme a la reconciliación nacional y a la normalización del Estado de Derecho y de la democracia.

La observación electoral mal podía ser como lo fue, entonces una observación puntual y apresurada, fuera de contexto, limitada a lo formal y cuantitativo, sin prevención en cuanto a los riesgos complejos de una eventual y sofisticada manipulación tecnológica. El correr contra las horas del Centro Carter, en nada ayudó. Antes bien, al final de la jornada, tal conducta dejó como legado la profundización de la desconfianza y polaridad nacionales que quisieron resolver los Acuerdos de Mayo, con apoyo de la comunidad internacional.

Las limitaciones antidemocráticas del referéndum

Los Acuerdos de Mayo fijaron dos condiciones para el referéndum: (1) la existencia de un Poder Electoral "confiable y transparente" y (2) la intangibilidad de la normas electorales - es decir, de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política -. Buscaban asegurar, así, la imparcialidad del árbitro como la seguridad de las reglas, dado que el juego electoral previsto comprometería, de suyo, el destino y la paz de los venezolanos. Se sabía que las elecciones no serían normales.

Fue público y notorio, sin embargo, el control ejercido por el Gobierno sobre los Rectores Electorales de mayoría. Nunca ocultaron sus frenéticas adhesiones a Chávez y Carter lo sabía. Ellos impusieron sus propias reglas, con desprecio por los consensos. La oposición, por democrática, las aceptó y acató para salvar la opción electoral, confiando en la mediación y vigilancia prometidas por la comunidad internacional.

Por lo demás, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia - igualmente controlada por jueces afectos al Gobierno - puso de lado a la ley electoral estipulada por los Acuerdos y ordenó su no aplicación a los Rectores de mayoría, autorizándoles para dictar, a su arbitrio y sobre la minoría del colegio electoral, las reglas de juego que a bien tuviesen.

En innumerables cartas y documentos de la oposición, entregados al Centro Carter y la OEA, constan las graves violaciones de que fueron objeto los Acuerdos y también las muchas irregularidades que afectaban al proceso comicial en curso.

Fueron manifiestas, en tal orden, la participación de la Fuerza Armada en la campaña a favor del Gobierno; la utilización, en contra de la ley, de un sistema automatizado de votaciones y la negativa a que se contasen manualmente las boletas expedidas por las máquinas electorales y luego depositadas en las cajas o urnas de votación; la remoción, a última hora, de los miembros de las Juntas Electorales Municipales en todo el país, y su sustitución por militantes del "chavismo"; la amenaza del Gobierno de tomar por la vía violenta las emisoras de radio y de televisión; el traslado inconsulto y forzado de miles de ciudadanos hacia centros de votación distantes de sus domicilios; la violación de la norma de ley que ordenaba el cierre del Registro de Electores 90 días antes del acto de votación, admitiéndose la incorporación a dicho registro de casi dos millones de nuevos electores en la semana previa al referéndum; el otorgamiento masivo y directo de nacionalizaciones y de tarjetas de identidad por militantes del partido gubernamental, en sitios fuera del control de la Agencia Estatal de Identificación (ONIDEX); la entrega al Gobierno de un registro con la identidad y las direcciones de los votantes quienes solicitaron revocar el mandato del Presidente, haciéndolos objeto de presiones y chantajes; la eliminación de miles de votantes dentro del Registro Electoral, bajo el alegato falso de que estaban muertos; en fin, el uso descarado de dineros públicos y de la industria petrolera estatal para la "brillante" - diría la señora Mc Coy - publicidad electoral del Presidente Chávez.

Un Reglamento de Observación Internacional restrictivo y casi prohibitivo, por si fuese poco, fue aprobado a última hora y nunca fue derogado o modificado por el Consejo Nacional Electoral, sin mengua de las concesiones que pudiere haberle ofrecido al Centro Carter durante la víspera del referéndum.

Las cifras de la oposición y su extraño revés

La Coordinadora Democrática de oposición, ante lo inevitable del proceso automatizado y la negativa del conteo manual de las papeletas de votación, aceptó a título de garantía contra el fraude - y junto a la observación internacional - la promesa de una "auditoria en caliente", sobre el uno por ciento de las cajas o urnas electorales, "aleatoriamente" seleccionadas en el mismo día y al cierre de las votaciones.

La declaración de Mc Coy apenas narra que tal auditoria en caliente "se llevó a cabo sólo a medias" y esgrime distinta razones para justificarla. Pero tiene la valentía de admitir que sólo pudieron observar "unas pocas de esas auditorías" dirigidas a verificar y contrastar lo dicho por las máquinas con lo expresado manualmente en las papeletas de votación. Mas lo cierto fue que Carter no tenía observadores suficientes y los pocos en actividad, según lo declara Mc Coy, estaban ocupados en la cuenta rápida de las actas impresas por las máquinas electrónicas.

No dice, empero, que el autor de la selección previa de las máquinas y de las cajas electorales sobre las que se habría de realizarse la auditoria en caliente fue el Rector progubernamental Jorge Rodríguez. Y tampoco refiere que, una vez como fueron seleccionadas "aleatoriamente" las 195 máquinas y urnas del caso, mediante la aplicación de un Programa fuente elaborado unilateralmente por los equipos del citado Rector oficialista, sólo se le facilitó y permitió a la oposición su presencia en 27 auditorias, pero representativas, en todo caso, de los 7 Estados más importantes del país.

Omitió decir el Centro Carter, siquiera a título de referencia, lo fundamental. En las 27 auditorias antes mencionadas ganó la oposición con un 62% de los votos. De modo que, no era solo el "exit poll" de Penn, Schoen y Berland, el único el elemento de convicción que le indicaba a la oposición su contundente victoria sobre el Presidente Chávez.

La noche del 15 de agosto y su inmediata madrugada, por consiguiente, fueron hijas de la infamia.

SUMATE, la ong's que prestara apoyo técnico a la oposición, informó al Secretario de la OEA - en nuestra presencia y pasadas las 8 de la noche - sobre una diferencia brutal de 19.4 puntos existentes a favor del voto SI. A Gaviria no le preocupo, por lo mismo, el "chisme" que sobre eventuales resultados distintos habría hecho circular, desde las 6 pm y hacia agencias noticiosas extranjeras, la oficina del Rector Rodríguez.

Luego se supo y constató que estos resultados prematuros y favorables al Gobierno, dados sin haberse concluido la jornada de votación - que se extendiera hasta altas horas de la madrugada en virtud de la "operación morrocoy" impuesta a los votantes -, eran los mismos resultados finales ofrecidos luego al país por el Presidente del órgano electoral, a las 3 de la mañana del día 16 de agosto, y validados, en lo inmediato, por el Presidente Jimmy Carter.

La auditoria del Presidente Carter

Jimmy Carter y su legión de observadores, con excepción de la pequeña oficina que mantuvieron desde antes en Caracas, llegaron a Venezuela en la víspera del referéndum. Fueron autorizados para observar cuando el andamiaje electoral estaba montado. Confiaron ciegamente en las máquinas de votación electrónicas e hicieron de ellas un dogma, a pesar de que presenciaron sólo un simulacro de funcionamiento realizado sobre una muestra de ellas. Nunca auditaron sus "cajas negras", como lo reconoce Mc Coy. Nunca les fue permitido a los observadores ni a la oposición hurgar en las entrañas del complejo cibernético comprado por el chavismo a la empresa Smarmatic y servido por la empresa telefónica CANTV.

La noche del 15 de agosto, así las cosas, la oposición apeló a los buenos oficios del Secretario de la OEA para que se le permitiese su ingreso a la Sala de Totalización. No fue posible. Ni siquiera a la OEA, ni a Carter se les permitió ingresar a tal espacio, y apenas - éstos - fueron llamados a "observar" una vez como el Rector Rodríguez y sus técnicos de confianza bajaron los resultados desde las máquinas y los servidores.

Siendo las 4 de la mañana del día 16, un Carter sereno y sonriente nos recibió - junto a Timoteo Zambrano - en su suite del Hotel Melia. Sin explicaciones nos anunció la victoria de Chávez, pidiéndonos convencer a la oposición de aceptar los resultados. El "quick count" de las actas electrónicas - y no la cuenta manual de las papeletas depositadas en las cajas o la señalada frustración de la auditoria en caliente - fue suficiente para convencer al ex presidente norteamericano. Confió en la invulnerabilidad de las máquinas de Smarmatic como no lo hiciera con las máquinas electorales de la Florida, cuando reclamó se contasen uno a uno los votos sufragados a fin de salvar de su derrota al entonces Vicepresidente demócrata Al Gore.

El mediodía del 17 de agosto encontramos nuevamente a Carter, en compañía de Jennifer McCoy y del Secretario de la OEA. Le entregamos una carta, pidiéndole a nombre de la Coordinadora Democrática realizara una "auditoria integral", que incluyese los elementos electrónicos y de comunicaciones dispuestos para la jornada comicial. Su molestia no pudo ocultarla, a pesar del intento conciliador de Gaviria.

Carter ya había conversado con el Rector Rodríguez sobre los términos de la auditoria que realizaría horas más tarde, únicamente para satisfacer las dudas de la oposición. Y le resultaba bastante, como nos lo dijo, una selección "aleatoria" de las cajas contentivas de las papeletas de votación. Lo demás perturbaba, en su criterio.

En una gestión última para convencernos de participar en la auditoria posterior mencionada, el Centro Carter aseguró que estaría bajo su control el programa fuente para la selección "aleatoria" de las cajas a ser revisadas; sin mengua de la convicción que les animaba - según un decir del técnico brasilero de la OEA - en cuanto a la imposibilidad material de que se sustituyesen fraudulentamente todas las cajas o urnas electorales.

Realidades incuestionables

(1) El 23 de agosto siguiente supimos la verdad cruel de la auditoria de Carter. El programa de selección aleatoria dispuesto por sus técnicos - un programa Excel sencillo - falló por "razones técnicas". En su defecto usaron el programa del Rector Rodríguez, preparado para la frustrada auditoria del 15 de agosto. En su informe respectivo, enviado a nuestras manos por Mc Coy, el Centro Carter admite, en efecto, que "la muestra fue generada por personal del CNE".

Los dígitos para hacer funcionar el programa de selección aleatoria, por lo demás, los introdujo la "mano inocente" de Tibisay Lucena, también Rectora Electoral del "chavismo". De modo que, al Centro Carter le era fácil declarar como imposible lo innecesario para el Gobierno: "reprogramar 19.200 maquinas de votación para que imprimieran nuevos comprobantes....y reintroducirlos en cajas" fraudulentamente sustitutas.

Los observadores, por otra parte, dijeron haber dormido largas horas con las cajas seleccionadas "aleatoriamente", para impedir su sustitución. Pero en los casos de los Estados Lara y Bolívar, les fue necesario esperar largas horas en las guarniciones, hasta que tales cajas llegaron a sus manos. Y las cajas de Caracas, a su vez, no estaban como se creía en Fuerte Tiuna. Les fue indispensable, al efecto, esperar otras horas más.

Cada una de las cajas seleccionadas para la auditoria, en igual orden, habría de tener un precinto de seguridad sobre el cual estarían, supuestamente, las firmas de los miembros de la mesa electoral correspondiente y firmantes, a su vez, de las actas electrónicas sujetas a validación. Lo cierto fue que en momento alguno se confrontaron las firmas de uno y otro elemento para advertir sus coincidencias o incongruencias, según nos lo comentaron observadores presentes.

El resultado de la auditoria, con todo y lo dicho antes "mostró - para Carter - que las máquinas eran muy precisas". Así de simple.

(2) En cuanto a los mal llamados topes, es decir, las identidades numéricas advertidas en los resultados ofrecidos por distintas máquinas electorales de una misma mesa electoral, con números de electores variables, dijo Mc Coy en carta dirigida a nosotros y apoyándose en el profesor Jonathan Taylor de la Universidad de Stanford "que la posibilidad estimada de que dos o tres máquinas tengan exactamente los mismos resultados se compadece efectivamente con los resultados reales".

Lo veraz es que las identidades numéricas se dieron, hasta donde investigó el Centro Carter, en 713 mesas electorales, vale decir, en aproximadamente 2.000 máquinas, o sea, en 2.000 actas electrónicamente expedidas.

Taylor, a todo evento, declaró más tarde sobre los errores de su juicio inicial, por informaciones limitadas.

(3) Es cierto, finalmente, que la votación alcanzada por la oposición, según las cifras de los Rectores progubernamentales, superó el número de las firmas recolectadas por la oposición para cumplir con el quórum constitucional que le permitió solicitar el referéndum del caso; y que, si se hubiese respetado el artículo 72 constitucional, también eran suficientes, sin más, para revocarle el mandato a Chávez.

Sin embargo, no hizo ni tuvo tiempo, ni quiso hacérselo el Centro Carter para revisar y preguntarse, como sí lo hiciera el Profesor Ricardo Haussmann de la Universidad de Harvard, sobre la relación y congruencia, mesa por mesa y de manera conjunta, tanto del monto de las firmas recolectadas por la oposición antes del referéndum como de los resultados de los exit polls mencionados; contrastando ambos datos y a la vez, empíricamente, con los datos electrónicamente obtenidos durante el referéndum del 15 de agosto.

En el criterio de Haussman, luego de su investigación, la probabilidad de fraude a la voluntad popular fue de 99 %. Mc Coy, por su parte, se contentó con un juicio de valor subjetivo: "algunos de los firmantes quizá apoyaban el revocatorio como un derecho ...., aunque ellos mismos no quisieran la salida del Presidente Chávez".

Caracas, 7 de septiembre de 2004.

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