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Esta es una copia de lo que fuera el website de la Mesa de negociación y Acuerdos

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TIEMPO DE PALABRA
Carlos Blanco
(Im) Precisiones

La salida de Chávez de Miraflores se ha convertido en un objetivo nacional compartido por toda la oposición y por un sector importante de los que han apoyado al Presidente. El chavismo se descompone porque tiene conciencia de que su líder hoy es un pesado fardo que destruye sus posibilidades de pervivir como un movimiento político de peso.

Lo que determina la salida de Chávez no es su impopularidad, ya abrumadora, sino su incapacidad de articular una salida a la crisis. Él no puede resolver el problema porque él es el problema. Pudo ayudar, pero ahora impide cualquier salida; incluso se opone a la que sugieren por trascorrales sus propios compañeros. Cuando un Presidente se transforma en el problema es expulsado hasta por los suyos.
La oposición ha adoptado una estrategia que consiste en apelar a la soberanía popular mediante un referéndum consultivo que aunque no sea vinculante, eyecta al Presidente. Al momento de anunciar el CNE el “No” para Chávez, éste inexorablemente dimitirá porque las patadas del soberano son dolorosas y mortales.

Cuando la oposición adopta la estrategia del referéndum y pugna por ella en la Comisión de Negociación es obvio que prefiere esa salida. Ha dicho explícitamente que no promueve, ni comparte ni acepta un golpe de estado. Pero también ha dicho, al menos por ahora, que no busca una insurrección popular que sustituya a la consulta electoral, aunque pudiera apelar a ella si todas las vías electorales se obstruyen en el futuro inmediato.

Sobre esta vía electoral puede haber dudas y recelos, desconfianza e impaciencia razonables, pero es la vía que ha escogido la oposición a través de la Coordinadora y sobre la que emplaza desde hace dos semanas al gobierno. Si la estrategia actual conduce a la consulta electoral todas las acciones deben estar dirigidas a forzar esa salida que es la que podría salirle menos costosa a la sociedad venezolana.
En este sentido, la convocatoria al Paro General debería ser clarificada en su alcance. No sería coherente y promovería confusiones si por un lado hay una discusión para lograr el referéndum y, por otro, se promueve el Paro para generar en términos inmediatos la salida de Chávez del puesto del cual se agarra con desesperación. No puede ignorarse que el propio Paro puede cambiar el panorama político del país de una manera inesperada, como ya ha ocurrido en los anteriores, pero la planificación de la oposición no debe depender de efectos inesperados sino de las realidades que están ante la mirada de todos. Por lo anterior, el alcance planificado del Paro debería estar en línea con el objetivo de promover el referéndum y su fuerza debe emplearse para presionar al gobierno en que lo acepte.

Es cierto que la mayoría de los ciudadanos no quiere esto. Hay desesperación por salir de Chávez ya; pero, el papel de la dirección política de la oposición está en decir claramente las razones por las cuales se opta por el camino del referéndum y la negociación. La razón es muy importante y muy sencilla: mientras el gobierno tenga capacidad de reprimir con la FAN, como lo ha demostrado estos días, una confrontación terminal con el gobierno implica un costo de vidas que ninguna dirección responsable puede conscientemente aceptar y menos promover. Cierto que Chávez perdió la mayoría; cierto que sus apoyos se restringen a grupos paramilitares armados y algunos oficiales de la FAN que controlan posiciones clave, pero con éstos puede producir muertos y heridos, como ya se ha demostrado.

La única posibilidad de lanzar un movimiento que saque a Chávez inmediatamente es que se cumpla la promesa militar de desobedecer las órdenes de masacrar a la población. Esto hasta la fecha no parece existir y ningún dirigente responsable puede decirle a los ciudadanos, por más legítima que sea la furia de éstos, que desarrollen acciones cuya respuesta segura sea la acción homicida de los círculos, sean estos bolivarianos o militares.

Si se cierra la salida electoral, como ciertamente está ocurriendo, no quedará más camino que apelar a medidas que, en ese caso, gozarán de la comprensión internacional y de un apoyo nacional abrumador. Pero sólo entonces se pueden emplear los brebajes heroicos. No antes.

El régimen ha entrado en su fase desesperada. No quiere la Mesa de Negociación y busca retirarse de ella. Todos los factores internacionales, empezando por el propio Gaviria, están hartos de Chávez y no lo disimulan. El gobierno de Estados Unidos, después de la victoria republicana, dejó su calculada ambigüedad con la oposición venezolana. Los países de América Latina y España están ya convencidos del carácter autoritario del régimen venezolano. Chávez no tiene apoyos políticos, sociales, institucionales o militares que le permitan revertir la situación. En este contexto, mientras no se cierre definitivamente la posibilidad del referéndum al cual ha apostado la Coordinadora, todas las acciones, incluido el Paro, deben estar destinadas a promover esa consulta electoral; de lo contrario, se le estaría planteando al país –como de alguna manera ha ocurrido- dos estrategias simultáneas que podrían ser contradictorias entre sí.

Un movimiento para sacar a Chávez a través de una Huelga General no tiene cabida ni sentido sino una vez que la oposición le diga solemnemente al país que después de haber hecho todos los intentos, el camino de la negociación y, por tanto, de la salida electoral se ha cerrado. Pero esto tiene que ser dicho con todas sus letras antes de transitar el camino de la insurrección generalizada y para hacer esto último la desobediencia militar es esencial.

2002.11.23

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