Documento contra las amenazas a la libertad de expresión presentado en el Ateneo
Los ataques directos e
intimidatorios que el Presidente Chávez ha hecho contra algunos periodistas; las
declaraciones y comentarios descalificatorios que ministros, diputados y
autoridades del oficialismo hacen de forma reiterada contra los trabajadores y
empleados de los medios de comunicación; los ataques que han recibido equipos de
televisión y reporteros en momentos en que han estado haciendo su trabajo; las
marchas organizadas por parlamentarios del partido de gobierno hacia la sede de
algunos medios de comunicación; el niple que unos cobardes lanzaron contra el
diario Así es la Noticia; las llamadas anónimas, insultantes y procaces que unos
señores hacen a los conductores de los programas de radio en vivo; las llamadas
telefónicas y los correos electrónicos que llegan a las máquinas de las
redacciones y que contienen amenazas de muerte. Y como parte de esta escalada,
en este afán de llevar las cosas todavía más lejos, la guerra sucia, las
palabras sucias, los sucios movimientos que el poder perverso ha hecho contra
tres aguerridos periodistas, para deslegitimar sus voces, para robarles la
credibilidad y ponerlo todo, sus vidas y su derecho a trabajar, en situación de
riesgo evidente.
¿Qué significan las permanentes y crecientes descalificaciones que desde el
poder se hacen en contra de los periodistas y de los medios de comunicación? Y
más todavía, ¿Qué representa para todos nosotros el que desde Miraflores se haya
dispuesto arremeter contra Ibéyise Pacheco, contra Patricia Poleo y contra José
Domingo Blanco?
Oígase bien: Significa que estamos todos amenazados. Todos se refiere no sólo a
los periodistas, sino a todo aquél que tenga algo que decir y algo que escuchar.
Porque de lo que aquí se trata es que estos ataques forman parte de un plan. No
son episodios aislados. No son las secuelas inconexas producto del ambiente de
deterioro que hay en el país y ya. No. Al contrario, son actos a los que debemos
responder, que no pueden pasar desapercibidos, que no deben ser minimizados o
desconocidos por nadie que se sienta responsable de la Democracia.
Todas esas expresiones de la violencia contra el derecho a informar y contra el
derecho a trabajar persiguen un objetivo principal: Acallar las voces de
denuncia, de protesta y de disidencia frente al poder. Chávez, Rodríguez Chacín,
Venpres, Venezolana de Televisión, los nipleros, las turbas, los policías que
pinchan teléfonos y escuchan nuestras conversaciones, los que interceptan
nuestros correos electrónicos, los que nos filman mientras hacemos diligencias,
los que nos toman fotografías entrando o saliendo de nuestras casas, los que nos
siguen para saber dónde vivimos, qué hacemos, con quién nos reunimos, a quiénes
amamos, todos esos señores de la penumbra están unidos, forman parte de una
misma voluntad y tienen todos el mismo objetivo: Evitar que la sociedad
venezolana vea, escuche y lea la realidad, lo que en verdad está ocurriendo en
nuestro país.
Y se preguntarán ustedes, como nos preguntamos todos, ¿por qué tenemos nosotros,
gente que debería estar ocupada en otros oficios, estar reuniéndose, organizando
actividades, recogiendo firmas, redactando cartas y documentos, por qué
tendríamos que estar, otra vez, hablándole a la opinión pública de todo el país?
Porque las instituciones no funcionan. Porque vivimos en un estado de
indefensión donde todos los poderes públicos y los organismos del Estado que
deberían velar por el cumplimiento de las leyes, están en conturbernio con
Miraflores. Muchos de nosotros nos preguntamos todos los días: ¿Qué hacen, qué
papel cumplen, cuál es la relevancia real y ciudadana, de la Defensoría del
Pueblo, de la Fiscalía General de la República, de la Contraloría, del
Ministerio del Interior y Justicia, de los organismos de seguridad del Estado?
¿Nos protegen? ¿Podemos sentirnos confiados en que ellos están haciendo su
trabajo, velando por la seguridad, no sólo de Ibéyise Pacheco, Patricia Poleo y
José Domingo Blanco, sino de los periodistas, los humoristas, los escritores,
los trabajadores y empleados de PDVSA, los dirigentes sindicales, los obreros
que marcharon en Barquisimeto, los sacerdotes, los profesionales universitarios,
los hombres y las mujeres que marchan? ¿Podemos ponernos bajo su resguardo o es
legítimo el temor que sentimos ante ellos? Preguntado de manera más específica:
¿Será que podemos estar tranquilos en la presunción de que este día y a esta
hora el ministro del Interior y Justicia, Ramón Rodríguez Chacín, garantiza
nuestra seguridad? El asunto es simple y claro para quien quiera verlo: El
hombre que hace las declaraciones más graves en torno a la infamia de Venpres,
que hace elogios públicos de los más violentos personajes, es el mismo que
dirige la seguridad del país.
Hay un tema sustantivo que debe ser debatido y reflexionado: El que no haya
periodistas presos no significa que no se esté violentando la libertad de
expresión. Que todavía no haya un periodista muerto o cualquier otra persona
desaparecida, no significa que esto no está en camino de ocurrir. Que los
heridos todavía sean escasos, no debe darnos ninguna tranquilidad.
Es importante que no caigamos en la trampa tendida frente a la opinión pública
por el gobierno. Todos los días escuchamos a voceros de Chávez formulando
opiniones contradictorias en relación a los mismos temas. Mientras un
funcionario dice que el episodio de Venpres fue un error, otro señala de
inmediato que Navas Tortolero, el responsable directo de la autorización y
distribución de un ataque anónimo, es un héroe de la ética y la revolución.
Anoche se produjo con éxito una jornada de recolección de firmas en la Plaza
Altamira, en la que participó el pueblo de Caracas masivamente en apoyo a esta
causa. Esto debe señalarnos que en esto no estamos sólos, ni es nuestro problema
exclusivo.
Las arengas por la libertad de expresión, por todas las libertades democráticas
y por cada uno de los Derechos que garantiza la Constitución, nunca serán
suficientes. Es inaceptable que haya periodistas que no puedan salir de sus
casas escoltadas por guardaespaldas. Es inaceptable que se lancen bombas contra
las puertas de un diario. Son inaceptable, absolutamente inaceptables las
amenazas contra la integridad física de Patricia Poleo y de su hija Germania.
No puede ser, no podemos permitir que Ibéyise Pacheco, José Domingo Blanco, José
Cohén, Mauro Acosta Padrón, Marianella Salazar, Martha Colomina, Mayela León,
Mary Montes, Juan Carlos Neira, Janet Yucra, José Antonio Peña, Héctor Andrés
Segura, David Pérez Hansen, Julio Rojas, Carlos Toro, Rafael Garrido, Leonardo
Ortega, Ronald García, Ana Karina Villalba, Rodolfo Blanco, Henry Suárez, Marco
Pérez, Germán Novelli, Orlando Rangel, Mauro Acosta, Joaquín Fernández, Mary
León, Johnny Figarella y tantas otras personas continúen siendo agredidas,
amenazadas, descalificadas.
Los ataques en contra del jefe de redacción del Diario La Antena, de San Juan de
los Morros; las presiones que ha recibido el grupo Capriles para modificar su
línea editorial; la orden que han recibido cientos de funcionarios, en Caracas y
en otras regiones del país, de retirar la pauta publicitaria de determinados
medios de comunicación; el caso interminable contra Pablo López Ulacio y el
semanario La Razón; los violentos ataques físicos contra unidades móviles de
Globovisión, de Televen, de Radio Caracas Televisión, de Venevisión, del Canal
Máximo de Televisión (CMT); las arremetidas de gobernadores chavistas contra los
medios regionales; las prohibiciones que altos funcionarios han hecho para que
sus empleados no escuchen algunas radios, no vean algunos canales, no compren
determinados periódicos y, aunque nos cueste creerlo, para que no visiten
páginas específicas de internet.
Perdonen ustedes que seamos insistentes: Esto es una campaña, un plan, que nadie
lo dude, y la ausencia de los poderes públicos es parte del mismo.
Estamos obligados a rechazar esta campaña, a oponernos a este plan, repudiamos
todas las formas de guerra sucia y encubierta con que se pretende silenciar a la
sociedad venezolana. Exigimos un alto a toda forma de violencia, aún tenemos la
posibilidad de desviar el terrible curso por el que parece despeñarse el país,
pero no sabemos por cuánto tiempo más. Estamos dispuestos a dialogar, siempre
estamos dispuestos a conversar, a poner la mesa del acuerdo y la comprensión.
Pero, que se escuche bien, bajo la condición de que nadie se proponga
silenciarnos.
http://www.globovision.com/documentos/documentos.decretos/2002.03/22/ateneo/index.shtml