Señor
Secretario General de la Organización de Estados Americanos  {OEA}
César Gaviria
Washington.-DC.

Señor Secretario General:

                                          Me siento con un compromiso conmigo mismo y con mi país para escribirle esta correspondencia. Nos correspondió compartir responsabilidades en la conducción de nuestros países, usted en Colombia y yo en Venezuela como Presidentes de nuestras Repúblicas.

                                           En f! recuentes encuentros y diálogos  nos esmeramos en desarrollar una sincera y estrecha cooperación para impulsar al máximo las instituciones democráticas. Discutíamos las deficiencias y carencias de la democracia en la América Latina y la inoperancia e ineficacia de la Organización de los Estados Americanos.

                                             Me hice entusiasta propulsor de la idea de fortalecer la Organización Regional, señalando  como una de las causas de su ineficiencia la forma de escoger  al Secretario General, entre los burócratas de la diplomacia regional, lanzando la idea de escogerlo entre los ex-Presidentes de la región  que hubiesen tenido prestancia y jerarquía por sus ejecutorias como Mandatarios, prestándole de esta manera a la Organización! una mayor “AUTORITAS” para conducir la OEA..

                                               Vino entonces, ya en las postrimerías de mi gobierno, para confirmar mis prevenciones y preocupaciones, el triste caso del Presidente Alberto Fujimori. Protesté y pedí a la OEA sanciones, advirtiendo que estaba surgiendo en América Latina un nuevo tipo de autoritarismo. Recuerde que le llame esa madrugada por teléfono al igual que a los presidentes Rodrigo Borja, de Ecuador y Paz Zamora, de Bolivia, proponiéndoles una acción conjunta.  Los tres me alegaron razones nacionales para no apoyarme.  No tuve éxito.  Tome  entonces la decisión de romper relaciones diplomáticas con el Perú. Quedaba una vez mas demostrada la ineficiencia y casi  me atrevería a agreg! ar, la complicidad de la OEA, con el nacimiento de una nuevo despotismo en América Latina.

                                         A0        Surgió luego su Candidatura a la Secretaria General de la OEA,  que satisfacía mis mas intimas aspiraciones de contribuir a darle un vuelco a las Organización. Aun cuando en ese momento, retirado del Gobierno y contrariando la voluntad de mi substituto que había lanzado candidato a la Secretaria General, envié un delegado mío a los países del Caribe, aprovechando mi buena amistad  con to dos sus mandatarios para apoyar fuertemente su Candidatura. De esto usted tiene constancia plena por nuestra común amiga la señora Noemí Sanín quien trabajó desde Colombia por su Candidatura.
                                                  Me sentí asociado a su triunfo, recordando nuestras reiteradas pláticas sobre la OEA. Hasta que vino la dura prueba  en el Perú con el mismo Presidente Fujimori de mi historia.  Su participación en el caso fue confusa y mal vista por la democracia peruana. Hasta se vió comprometido en una solicitud de asilo político en Panamá para el señor Montesinos.  Afortunadamente el pueblo peruano desoyendo sus consejos llevó a la Presidencia al  doctor  Alejandro Toledo, contrariando su  disposición de que Fujimori  debía cumplir su tercer periodo de Gobierno. Recuerde usted que en la toma de posesión del Presidente Toledo,  después, en Lima, usted trató de saludarme y yo discretame! nte lo evité. Mostrándole así mis sentimientos de desaprobación a su conducta, después de toda la amistad que existió entre nosotros y de mis esperanzas (frustradas) de un cambio en la OEA.

                                                     Ahora viene lo más dramático, que me entristece y me indigna. ¡Qué lejos estaba yo de pensar que  en mi tierra venezolana tendría que sufrir la mas amarga experiencia de su comportamiento como Secretario General de la OEA! La primera experiencia, su primera visita en nuestra dramática crisis democrática, no hay un solo demócrata venezolano que no lamente y rechace su comportamiento de apoyo a  Hugo  Chávez. Es verdad que los disparates de los militares y civiles venezolanos que intervin! ieron entonces fueron muy graves. Pero mucho mas grave y significativa fue la conducta del gobierno. Solo hubo condena y críticas para la actitud de la oposición ignorando incluso la trascendental significación de la  manifestación del ll de abril y el vil asesinato de varias decenas de venezolanos por las bandas armadas del gobierno.

                                                         Usted ha tenido la oportunidad de conversar con los representantes de todos los sectores de la vida  venezolana. Desde la Jerarquía Católica hasta la Confederación de Trabajadores de Venezuela, pasando por los empresarios, las ONG, los partidos políticos, y las organizaciones femeninas... En fin, con el país entero y pudo cons! tatar el repudio al señor Chávez.

                                                        También habló con los militares. Usted no puede estar desinformado sobre la realidad venezolana, pero la oculta, la deforma para no hacerle frente a su responsabilidad, en lugar de declarar paladinamente que no hay democracia en Venezuela ni voluntad de dialogo en el gobierno. Que solo la aplicación de la Carta Democrática y la consecuente convocatoria a nuevas elecciones puede salvar a Venezuela de un baño de sangre, de un golpe militar que flota en el ambiente de los cuarteles, solo contenido por la conducta digna y democrática de los militares que quieren salvar al país de esa terrible consecuencia. Y es precisamente la falta de apoyo ! y respaldo de la OEA, llamada a salvar a Venezuela de esa fatal consecuencia, la que la va a provocar. Su inhibic ión será responsable de que se arribe a esa salida indeseada.    

                                                    Sin embargo, usted critica duramente a los militares venezola nos por su gesto inédito, pero que los honra y enaltece, al mantenerse en la Plaza de Altamira de Caracas, sin  una arma en sus manos pero si con&nb! sp; la  Constitución venezolana  que les autoriza a la desobediencia al gobierno que viola su legitimidad democrática. Y los señala como “un peligroso simbolismo”, en lugar de exaltarlo como una conducta democrática desconocida hasta ahora en las Fuerzas Armadas que solo sabían recurrir a las armas para derrocar los gobiernos en los sempiternos Golpes de Estado que ensombrecían nuestras democracias. Recuerda usted  que en la madrugada del 4 febrero de 1992 me llamo por teléfono, desde la Presidencia de Colombia, cuando se iniciaba el ataque  de su hoy protegido Presidente Chávez contra Miraflores, para asesinarme? Usted oyó los disparos de las ametralladoras de los tanques que me asediaban y debe recordar la respuesta que le dí: “¡Esto es lo que esta pasando, pero resistiré y venceremos!”

                                                 Esperábamos de usted otra conducta en esta segunda oportunidad. Ya no se podría acusar a los venezolanos de “golpistas”. La demostración pública ha sido aún mayor que la espectacular del ll de abril. Sin embargo, usted se adelantó a censurar la conducta de nuestro pueblo. Pero en Venezuela se mantuvo discreto silencio, esperando su anunciada visita. Hemos seguido sus incidencias. Lo primero que lamentamos es su falta de interés por conocer las disposiciones legales, constitucionales, que rigen en la Venezuela autoritaria de Chávez. El articulo 350 de la Constitución que autoriza la desobediencia frente a un régimen que viola su propia Constitución, como está demostrado en las muy diversas acusaciones que estudia  las Comisión de Derechos Humanos de la OEA y que usted, si lo quisiera, pudiera constatar con los diversos sectores que integran la sociedad venezolana.
                                                          A su salida de Caracas, las declaraciones que suministró a los  medios de comunicación nos han dejado sumidos en la duda.  Aplaudimos cuando señaló que la solución venezolana  es electoral, sumándose  a lo que es el pe dimento de los venezolanos. Señalando también la urgencia del proceso electoral. Si ahí hubiera quedado su declaración, yo diría que estaríamos frente a una reivindicación de su conducta. Pero luego se nos dice que usted no apoya  elecciones adelantadas. Entonces?

                                                    No sabe usted cuanto me ha dolido escribir esta carta. Es un profundo desgarrón en mis sentimientos. Cuanto deseara que surgiera de usted una iniciativa dentro de su posición en la OEA para aplicar, por ejemplo, la Carta Democrática que ha sido olvidada y pisoteada por el gobierno.  ¡Cuánto ganaría la América Latina!!!  Y usted  que en Colombia fue expresión de una democracia progresista. Que en la Región Andina tanto contribuyó a darle contenido a los proyectos de integración. Sinceramente no entiendo su displicencia frente a los problemas de la democracia en América Latina. Es verdad que la  conformación estructural de la Organización no inviste a su Secretario General de poderes especiales, pero tiene en sus manos la posibilidad de promover o sugerir muchos procedimientos paras orie! ntar soluciones democráticas en nuestros países.

                                                      La democracia no se conforma solo por el origen legítimo, electivo, del mandatario. Es verdad que la elección es una condición esencial pero que necesariamente necesita el complemento del ejercicio del mandato con métodos democráticos. Y esto fue lo que quiso la Organización al aprobar la Carta Democrática.  Porqué, entonces, no se aplica? Usted tiene en sus manos ese formidable instrumento. ¡Si lo usa tendrá nuestro aplauso y la gratitud de nuestros pueblos! Lo más importante.

                                De usted atentamente,
                                                                      Carlos  Andrés  Pérez

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