PALABRAS DE LEONARDO CARVAJAL
ACTO DE GENTE DE PETROLEO
09-06-03
Nosotros los de antes, ya no somos los mismos. Estábamos dedicados, los unos, a hacer eficiente a la principal industria del país, pero mirando a éste desde lejos, desde los gráficos que dibujaban las computadoras. Otros, como yo, desde el claustro universitario, tratando de interpretar el mundo, cual diría Marx, pero sólo tangencialmente comprometidos en su transformación. El de más allá, dándonos entretenimiento televisivo y también eventualmente dosis de conciencia política al protagonizar la “Canción mansa para un pueblo bravo” o interpretando al Victorino universitario en “Cuando quiero llorar no lloro”.
En fin, unos y otros asumíamos la política con una cierta dosis de lejanía, porque los políticos eran otros y no nos gustaba mucho su accionar. Pero hete aquí que nos fuimos acercando vertiginosamente al ojo del huracán desde hace cuatro años. ¿Y eso lo hicimos por qué? Porque entendimos que este Gobierno no era, como algunos han descrito, “más de lo mismo”. Ya que el carrusel de gobiernos mediocres y malos que soportamos previamente se distingue del actual en que, al menos, sí respetaban las reglas básicas de la democracia. Entendimos que aquellos tenían mala sintaxis y hasta errores de ortografía para escribir las páginas del desarrollo económico y social, pero al menos conocían y respetaban el ABC de la democracia.
En cambio, este régimen, de sopetón, nos puso a prueba porque nos ofrece un auténtico salto atrás en la historia, ni más ni menos que el cambio de la democracia por la rústica autocracia totalitaria. Esa que se expresa en el conuco, la ruta de la empanada, el desprecio por el conocimiento, el caudillo mesiánico, las bandas armadas, la insensibilidad criminal ante los habitantes de Vargas, el uso barato de la religión y las befas contra la Iglesia, las invasiones de tierras en vez de una reforma agraria, el incremento de poderes a cinco para reducirlos luego a uno, el militarismo desenfrenado, el nepotismo vergonzoso de ubicar al capitán Vielma Mora en el SENIAT, al capitán Hernández Behrens en CADIVI, al capitán Otayza en el INCE, al teniente Cabello en el Ministerio de Infraestructura, al capitán Ameliach a sargentear el parlamento, al teniente Jesse Chacón a reprimir en CONATEL; la amenaza de los “tribunales populares”, el concurso sobre el Ché promovido por el Ministerio de Educación, la eliminación de las Olimpíadas Matemáticas del CENAMEC porque exaltan la competitividad; la traición a la Patria implicada en el amapuchamiento indecoroso con el régimen cubano a cuyo paleolítico dictador no se vacila en llamar hermano y padre, la exótica visita de cortesía a Sadam Hussein, el restregarnos que mandará hasta el 2021 al estilo del Rey Sol porque, según él, “El Estado soy yo y la ley soy yo”; el estrangulamiento premeditado de la economía al apenas otorgar en cuatro meses menos del 1 por ciento de las divisas que en igual lapso antes se usaban, el desempleo y el hambre del pueblo creciendo a borbotones, la desfiguración y el uso bastardo de la Fuerzas Armadas Nacionales, el prohibir que una obra de arte acuda a la Bienal de Venecia porque según el Farruco de turno es contraria a la Constitución y según una funcionaria eso no es censura porque “censura sería poner preso al artista”, el Proyecto de Ley amordazante contra los medios so capa del moralismo discrecional que administraría el mismo teniente que participó en la masacre del Canal 8 en 1992, el desguazamiento gerencial de PDVSA acusados sus profesionales de ser una élite por el señor de los trescientos trajes y el avión de los 65 millones de dólares, el atropello del Decreto 1.011.
Precisamente por este último empezó la cosa. Por el Decreto 1.011 y por la nueva Ley de Educación. Allí le dimos dos fuertes derrotas a este régimen. Por esos dos motivos salió la primera columna de la sociedad civil aquel 19 de Enero del 2001 cuando pisamos fuerte sobre los adoquines del centro de Caracas y empezamos a gritar nuestra disidencia. Y seguimos embalados. Ya para el 8 de Noviembre del 2001 éramos quince mil los que fuimos de la Plaza Morelos a la Ceiba de San Francisco para defender esa Ley de Educación que el bárbaro quería golpear con el bate de Sammy Sosa. Pero éste le había regalado uno de entrenamiento, con corcho, y se lo quebramos. Y enseguida el paro cívico del 10 de Diciembre. Y la marcha del 23 de Enero del 2002, la mayor hasta ese momento de nuestra historia. Y las epopeyas de Abril y Diciembre del año pasado, cuyo gran protagonista fue el ciudadano de a pie, la sociedad civil, que no es otra cosa que el pueblo organizado.
Pusimos el coraje cívico, demostramos que sí hay gente, y ejemplo especial de ella la Gente del Petróleo, que sabe poner la bandera de los ideales por encima de los legítimos intereses personales. Muchos han perdido la seguridad, el empleo. Otros la vista, como Arturo Durán, durante el Firmazo en el Parque del Oeste. Otros, demasiados otros, la vida en los Valles del Tuy, en la Plaza O’Leary, en la Plaza Altamira, en la Masacre del Silencio.
El heroísmo es lo que hemos derrochado. Pero también nos hemos equivocado unas cuantas veces. Porque estamos en el ojo del huracán de la política y la política es complicada. En ella está demostrado que los logros no dependen sólo del corazón o de las hormonas que le pongamos. Se necesita tener un diagnóstico certero y una estrategia inteligente, con unidad de dirección política, sobre todo si se lucha no contra políticos convencionales sino contra un psicópata empeñado en un proceso de violencia radical.
Hemos fallado. Vamos a reconocerlo. Vamos a entender y a asumir en colectivo nuestros errores, importando menos si unos u otros los cometimos con mayor o menor intensidad, interesados más bien en aprender y rectificar. Hemos hecho diagnósticos alegres como ese de que el pichón de dictador “no aguanta dos sopladitas”, subestimando al adversario. Nos hemos apresurado en el uso de algunos valiosísimos instrumentos de lucha usando como justificación política aquello de que “no aguantamos más”, ignorantes de lo que bien explicó Lenin en uno de sus textos acerca de que es “ingenua puerilidad la de presentar la propia impaciencia como argumento teórico”. (V. I. Lenin, La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, p. 64).
Demasiadas veces creímos que existía algún grupo especial de salvadores que nos sacaría las castañas del fuego. Y por eso unos cuantos les organizaron romerías y petitorios, para luego lanzarles improperios llenos de despecho si no se pronunciaban como se les había pedido. Leamos, en El Príncipe, lo que nos advierte Maquiavelo: “Siempre es malo creer que si caemos alguien nos ayudará a levantarnos (…) La mejor defensa, la más segura y permanente es la que depende de tu persona y tu valor”. (N. Maquiavelo, El Príncipe, p. 136).
En política la desesperación no es buena consejera. En política, los deseos no preñan. En esta lucha política contra un adversario inmoral que ya nos ha demostrado de qué es capaz, no podemos volver a descarrilarnos. Este régimen no sabe gobernar. Pero sí sabe provocar. Y lo digo con crudeza para que despertemos de nuestro principal error: no podemos seguir embistiendo sus trapos rojos. Decía Antonio Machado, en los años previos a la guerra civil española, que de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa. Es hora de pensar para entender dónde estamos y qué hacer en los cruciales meses que se avecinan.
Vamos bien, pero la pelea que nos queda es dificilísima. Ya la comunidad internacional espera y presiona para que hacia finales de año se realice el Referendo Revocatorio presidencial. Ese es el único e importantísimo logro político del acuerdo firmado: la expectativa internacional en torno al cumplimiento de ese referendo. Lo que viene es pelea nuestra. Dentro de dos meses y once días introduciremos las firmas necesarias. Por otra parte, ya se difunde la base de nuestro programa de gobierno para el lapso 2004-2006 y para el mes de julio ese programa, con sus medidas concretas, estará en la calle. Y también tenemos claro que la prioridad es ensamblar un Gobierno de unidad nacional, usando las mejores capacidades que tengan todos los partidos políticos y las distintas expresiones institucionales de la sociedad civil. Sabemos que la elección del candidato o candidata va después, que primero va el Programa de Gobierno y la realización del Revocatorio. Igual que primero van los caballos y detrás el cochero.
También hemos aprendido, tal como lo escribió Sun Tzu en El arte de la guerra, que “los buenos guerreros hacen que los demás vengan a ellos, y de ningún modo se dejan atraer fuera de su campo”. (Sun Tzu, El arte de la guerra, p. 55). Debemos estar todos vigilantes para no abandonar nuestro campo, nuestra estrategia, constitucional, pacífica, democrática y electoral, que lo tiene acorralado y desesperado. Porque las tácticas que el régimen va a seguir usando buscarán provocarnos para que caigamos en su estrategia.
Por eso esta operación de organización ciudadana que hoy lanzará la Gente del Petróleo es tan importante. Porque es la hora de la organización consciente. Organizarnos para difundir el programa de Gobierno que despierte la esperanza en una Venezuela distinta para todos. Organizarnos para vencer cada una de las trabas y dilaciones que le opongan al revocatorio. Organizarnos para ganar muy ampliamente ese revocatorio, persuadiendo a ese grupo de venezolanos que aún están indecisos. Organizarnos para defender el soberano derecho que tenemos a elegir y a revocar. Organizarnos para enfrentar decididamente el probable intento del régimen de desconocer, o de trampear, o de impedir por la violencia la realización del referendo.
El referendo revocatorio es la salida pacífica. La que queremos. Sabemos que la mayoría de las personas que aún creen en este Gobierno son gente decente. Pero el Gobierno es fascista y ha venido utilizando a un puñado de maleantes, psicópatas y mercenarios para agredir y asesinar ciudadanos. Que no se le ocurra usarlos para violar nuestro derecho a restablecer la paz y recuperar la democracia. Porque, como decía Simón Bolívar en carta a Santander: “Esta patria es caribe y no boba”. (Manuel Pérez Vila, El legado de Bolívar, p. 109).
Si ese fuese el caso, este vasto movimiento ciudadano que debemos organizar utilizando a plenitud las experiencias de las Asambleas de Ciudadanos y la capacidad y el temple de la Gente del Petróleo y de otras organizaciones sociales, va a responder. Porque Bolívar nos lo explicó en una proclama a los venezolanos en 1826: “Nadie, sino la mayoría, es soberana. Es un tirano el que se pone en lugar del pueblo; y su potestad, usurpación”. (Manuel Pérez Vila, El legado de Bolívar, p. 183).
No podríamos soportar pasivamente esa última burla, ese inconcebible atropello al derecho del pueblo soberano a decidir su destino. Que nadie se llame a engaño. Bolívar también escribió en 1828 que: “Todo el cuerpo de la historia enseña que las gangrenas políticas no se curan con paliativos”. (Manuel Pérez Vila, El legado de Bolívar, p. 197). Si se equivoca dentro de cinco meses el pichón de tirano, se va a encontrar de frente con el alzamiento del pueblo, con la insurrección popular. Se va a encontrar de frente con nosotros, los descendientes del bravo pueblo de 1811 y 1821, del pueblo insurrecto del 23 de Enero de 1958. Sin canciones mansas, se va a encontrar con la lucha frontal del bravo pueblo.