De un venezolano viviendo en el exterior
Ana María Valeri
noviembre 2003

Hay miles de venezolanos fuera de nuestras fronteras residenciados en distintas partes del mundo por razones diversas.

En su gran mayoría, son venezolanos que extrañan el Ávila, que añoran los tequeños, que tararean gaitas en esta época del año. Que rememoran su infancia en los diciembres de patinatas, de hallacas, del friíto rico que trae, cuando baja `el Pacheco'

Venezolanos que se roban las playas de Margarita y los Roques como recuerdo del paraíso, y que ocultan una orquídea y un araguaney en su memoria.

Venezolanos que en cualquier lugar del mundo, invitan a nuevos amigos a degustar arepas, y que enjugan sus  lágrimas cuando escuchan el Alma Llanera.

Venezolanos que empujan las carreras de nuestros peloteros en las Ligas Mayores, y que se conectan con la Vinotinto y les ayudan a golear con sus deseos.

Venezolanos que tienen a la Coromoto  en un lugar especial de su casa, y que recuerdan el chinchorro del abuelo, y el Caballo Viejo de Simón Díaz.

Venezolanos que evocan los domingos de playa y los coctelitos del ron que se llevan como regalo. Que extrañan la chicha espesa preparada por las abuelas, y la torta de queso criollo, secreto de familia

Venezolanos que armaron su carpa en la Gran Sabana y supieron lo que era dormir entre las estrellas. Que subieron al Pico Espejo y apreciaron  la cima de sus anhelos.

Venezolanos que sacan la maleta el treinta y uno de diciembre para recibir un viaje de regalo el año nuevo. Que juegan dominó y recuerdan las caimaneras que armaban con sus vecinos de muchachos en la cuadra donde vivían.

Venezolanos que se apropian del Salto Ángel para sentirse orgullosos de decir que lo tenemos. Y que enseñan a sus hijos las fotos de su primera vez en el lomo de un caballo en la hacienda de un tío.

Venezolanos que ansían recibir la carta de un familiar en su correo electrónico. Que leen por internet las periódicos del país y se lamentan de cómo están las cosas, y esperano que todo mejore, porque les duele.

Venezolanos que trabajan por lograr un mejor sustento para sus familias y que desean poder hacerlo aquí, con paz, con  seguridad, con justicia. Que sueñan con regresar a su tierra, a su panadería, a sus amigos.

Venezolanos que bailan merengue en sus venas y se mueven con nuestro ritmo Caribe. Que cantan una tonada con un nudo en la garganta, y que se llevaron consigo un cuatro, porque es parte del equipaje de nuestra herencia.

Venezolanos que siembran sus tesoros en nuestra selva para encontrarlos de nuevo un día, en tierra venezolana. Que se llevan nuestro desierto de Paraguaná para convertirlo en tierra digna que cosechará la sabiduría de sus hijos.

Venezolanos que desde muy lejos, saborean un sueño con una cachapita de hoja, y una vista de los Andes, y una agüita de papelón con la Cruz del Ávila encendida.

Venezolanos que tienen una casa  afuera, pero un hogar verdadero cerca del Catatumbo, del Lago de Maracaibo, o la Represa del Caroní. Que hablan otros idiomas, donde siempre está escondido el `chévere' para expresar lo bueno del día.

Venezolanos que enseñan a sus hijos a pedir la bendición, a jugar perinola y a bailar salsa. Y les cuenta el cuento del Gallo Pelón o los mandan `a ver si el gallo puso'.

Venezolanos que se llevan un disco de los Melódicos, uno de la Billo's y uno de las Voces Blancas con aguinaldos. Y que se van con su billete de vuelta en el bolsillo, porque esperan ansiosos las vacaciones para volver a nuestro bullicio desordenado y pachanguero.

Muchos de esos venezolanos que hemos recorrido en estas líneas, no están fuera porque quieren, sino porque sienten que deben. Esos mismos venezolanos son los que quieren firmar para ayudarnos todos a materializar la esperanza de un futuro cierto.  Por esa razón cada una de esas firmas, venida de tan distintos lugares del globo, vale como la más valiosa y valedera de las rúbricas estampadas en cualquier parte del país.

Son firmas que viajarán miles de kilómetros de distancia trayendo un mensaje de hermandad y aliento.

Son firmas que expresan su voluntad de impulsar el país hacia delante, y las recogeremos con los brazos abiertos.

A cada uno de esos venezolanos en el exterior debe llegar nuestra consideración y palabra de solidaridad y agradecimiento, porque demuestran con su firma que allende otros mundos, más allá de mares y cielos, hay hombres y
mujeres tricolores, con estrellas en el corazón, y en Venezuela.

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