Las maquinitas son más seguras que el voto electrónico
1-Tras el fiasco del recuento de votos en Florida en las elecciones presidenciales de 2000, las autoridades estadounidenses se propusieron impulsar el voto electrónico. Pero en 2002 empezaron a surgir voces que criticaban los sistemas elegidos, al considerarlos poco seguros, un problema que persiste a sólo cinco meses de que se vote la reelección de George W. Bush. El New York Times concluía en un artículo reciente que la seguridad del sistema de voto electrónico vigente es menos fiable que las máquinas tragaperras de Las Vegas.
2- En este Estado se puede situar uno de los focos de los que surgió la polémica sobre el voto electrónico. Tras las denuncias de ciudadanos y expertos en seguridad informática, el California investigó a uno de sus proveedores, Diebold –que recientemente ha prohibido a sus ejecutivos realizar aportaciones económicas a las campañas electorales-, concluyendo que le había engañado al variar el software de las máquinas sin comunicarlo.
3- Además, expertos en seguridad consideran escandaloso que las autoridades electorales no tengan acceso al software con el que operan las urnas electrónicas, pues está considerado un secreto industrial. Esto impide conocer realmente como funcionan los aparatos, si pueden ser manipulados de forma malintencionada, si su diseño beneficias ciertos intereses, o si falla de algún modo. Los fabricantes de tragaperras, por el contrario, están obligados a dar acceso a las autoridades a todo el software que utilizan.
4- Las máquinas de juego sufren además análisis sorpresa de forma continua, con los expertos presentándose en el casino sin avisar, para comprobar que el programa instalado que se certificó como válido no ha desaparecido para ser sustituido por otro que no ha recibido el visto bueno de la administración. Es algo que no sucede con las urnas electrónicas, con el consiguiente riesgo.
5- La legislación aprobada por el estado de California obliga al fabricante a entregar a las autoridades electorales una copia del código fuente con el que funcionan las máquinas, para que pueda ser examinado. Además, se establece la obligación de que las urnas electrónicas emita una copia en papel de cada uno de los sufragios, para que sea posible realizar un recuento manual de éstos en caso de problemas.
Las autoridades establecen nuevas controles a cinco meses de que se celebren elecciones presidenciales
Las tragaperras, más seguras que el voto electrónico en EEUU
PD, Agencias (22/06/04, 05.12 horas)
Tras el fiasco del recuento de votos en Florida en las elecciones
presidenciales de 2000, las autoridades estadounidenses se propusieron
impulsar el voto electrónico. Pero en 2002 empezaron a surgir voces que
criticaban los sistemas elegidos, al considerarlos poco seguros, un
problema que persiste a sólo cinco meses de que se vote la reelección de
George W. Bush. El New York Times concluía en un artículo reciente que la
seguridad del sistema de voto electrónico vigente es menos fiable que las
máquinas tragaperras de Las Vegas.
Las tragaperras tienen estándares meticulosos y muy actualizados, mientras
que las de votación se rigen por normas federales fijadas de 2002. El
organismo que ahora regula la implantación y funcionamiento de los
sistemas de voto electrónico es la Comisión Federal de Asistencia
Electoral, que aún no ha elaborado los estándares que las máquinas deben
respetar en todo EE UU. Además, los líderes republicanos del Congreso
bloquean desde hace tiempo la aprobación de la Ley sobre Confianza de los
Votantes y Mejora de la Seguridad.
Así las cosas, cada estado funciona casi por libre, creándose un primer
elemento perturbador como es la desigualdad existente entre los votantes
dependiendo del lugar donde residan. En teoría, este vacío normativo se
suplirá en breve, posiblemente adoptando las normas que ha aprobado
California.
En este Estado se puede situar uno de los focos de los que surgió la
polémica sobre el voto electrónico. Tras las denuncias de ciudadanos y
expertos en seguridad informática, el California investigó a uno de sus
proveedores, Diebold –que recientemente ha prohibido a sus ejecutivos
realizar aportaciones económicas a las campañas electorales-, concluyendo
que le había engañado al variar el software de las máquinas sin
comunicarlo.
Las autoridades californianas han suspendido algunas de las
certificaciones concedidas a algunas de las máquinas de esta empresa y,
para evitar que se reproduzcan estos problemas, ha aprobado una nueva
legislación con la que pretende dar más seguridad a unos sistemas que,
comparados con otros, como los del juego, dejan bastante que desear.
Dos sistemas frente a frente
El estricto control al que se somete a las máquinas de apuestas que
utilizan los casinos de Nevada deja en evidencia, según el diario The New
York Times, a todo el proceso de voto electrónico establecido por la
administración estadounidense. La primera diferencia se encuentra en el
organismo que controla ambas actividades. Mientras que en el caso de las
máquinas de juego se trata de un órgano público sin ánimo de lucro, el
‘panel de control del juego en Nevada’, para el voto electrónico la
administración recurre para la certificación a laboratorios privados que
pagan y eligen los propios fabricantes.
Cuando un fabricante de ‘tragaperras’ presenta un modelo debe acompañar a
su solicitud con un dossier sobre la empresa -que repase sus actividades
durante los últimos seis meses-, y debe informar sobre sus empleados para
que se investigue si se puede dar un conflicto de intereses. Sin embargo,
los requisitos para poder convertirse en proveedor de máquinas de votación
para los Estados –que son quienes las compran- son casi inexistentes,
basta con convencer a un funcionario del organismo electoral para que
compre el aparato.
Además, expertos en seguridad consideran escandaloso que las autoridades
electorales no tengan acceso al software con el que operan las urnas
electrónicas, pues está considerado un secreto industrial. Esto impide
conocer realmente como funcionan los aparatos, si pueden ser manipulados
de forma malintencionada, si su diseño beneficias ciertos intereses, o si
falla de algún modo. Los fabricantes de tragaperras, por el contrario,
están obligados a dar acceso a las autoridades a todo el software que
utilizan.
Las máquinas de juego sufren además análisis sorpresa de forma continua,
con los expertos presentándose en el casino sin avisar, para comprobar que
el programa instalado que se certificó como válido no ha desaparecido para
ser sustituido por otro que no ha recibido el visto bueno de la
administración. Es algo que no sucede con las urnas electrónicas, con el
consiguiente riesgo.
Algunos Estados mejoran los controles
Las diferencias son lo suficientemente graves y numerosas como para
replantearse todo el sistema, algo que ya han hecho California, Nevada,
Illinois, Missouri, Vermont, Washington y Virginia Oriental.
La legislación aprobada por el estado de California obliga al fabricante a
entregar a las autoridades electorales una copia del código fuente con el
que funcionan las máquinas, para que pueda ser examinado. Además, se
establece la obligación de que las urnas electrónicas emita una copia en
papel de cada uno de los sufragios, para que sea posible realizar un
recuento manual de éstos en caso de problemas.
Esta era otra de las críticas que se hacía a los sistemas de votación
existentes que, al no disponer de la copia en papel de los votos no
permitían un segundo recuento. Nevada también ha regulado este extremo,
pero no sin algunas complicaciones. En este estado la máquina homologada
que se ha adquirido pertenece a la compañía Sequoia, a la que obligará a
instalar una impresora que muestre al elector cual es el voto que va a
registrar la máquina. Sólo cuando el elector muestre su conformidad el
registro de voto será efectivo.
La cinta que registra los votos -que corre en cada sufragio para que el
siguiente ciudadano en acudir a la urna no vea el del anterior- podría ser
utilizada en un segundo recuento, pero según explica en Wired David Dill,
de la Universidad de Stanford, la legislación de este Estado contempla que
en un segundo recuento de votos se contabilicen únicamente las papeletas
que cumplen con ciertos requisitos, algo que no sucede en el caso del
papel que imprime la máquina de Sequoia.
Múltiples problemas, en definitiva, para un sistema de voto que, de no
recibir un fuerte empujón por parte de las autoridades federales, podría
reeditar el próximo mes de noviembre los tristes días vividos en Florida
con el recuento de las ’papeletas mariposa.