ANALISIS

El discurso presidencial se instaló en el antiimperialismo y la izquierda Argumentos que creen de Chávez Asegura el analista político que la oposición no ha logrado inscribir su disidencia en un relato propio, que la trascienda y por eso ha quedado atrapada en el rol que le ha asignado el régimen de presidente Chávez.

CARLOS BLANCO ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL

En muchos ámbitos políticos e intelectuales del mundo la imagen de Chávez es la de un demócrata radical, mientras que la de la oposición venezolana es la de un conglomerado golpista de derecha. El Presidente venezolano ha logrado convertirse en uno de los símbolos predilectos de las luchas de la izquierda revolucionaria internacional, especialmente de los adversarios del imperio unipolar norteamericano. Ahora es el nuevo "darling" de los movimientos radicales en América Latina.

Eduardo Galeano y José Saramago, Ignacio Ramonet y James Petras, algunos congresistas de los Estados Unidos, la Izquierda Unida española, junto con todos los que desfilan para ver de cuerpo presente la taumaturgia bolivariana, representan en su culto al nuevo Mesías un fenómeno relativamente nuevo: Chávez se volvió creíble. Dejó de ser el golpista, atrabiliario y pintoresco gobernante tropical, para reencaucharse como el representante de la nueva democracia, participativa, protagónica y cosmogónica. En diversos lugares se le tiene como el adalid de la democracia nueva, capaz de desafiar a George Bush, como el desmejorado Fidel no lo puede hacer.

Mientras tanto, la oposición venezolana es presentada como un conglomerado difuso, en el cual predomina la clase media opulenta, cuyos valores provendrían de la oligarquía, enfrentada a un gobierno supuestamente popular, porque éste amenazaría sus privilegios y corruptelas. Según esa visión, la buena gente del pueblo, confundida por los medios de comunicación, se habría convertido en la carne de cañón de la contrarrevolución y de las élites derrotadas.

El episodio del canciller español, Miguel Angel Moratinos, miembro de un gobierno del PSOE, vinculado históricamente a la democracia venezolana, es revelador. Señores muy bien informados compran sin fiador la interpretación de quienes ejercen el poder en Venezuela. A contribuir a la explicación de este fenómeno apuntan las líneas que siguen.

El relato de la izquierda Chávez fue, desde 1999 hasta 2003, un gobernante polémico y de escasa aceptación en el mundo internacional. Llegó a ser franca minoría dentro de Venezuela, en cifras que alcanzaron a estar entre 25 y 30% de aprobación, y con él no se sentían cómodos sus pares.

Se produjo una transformación que puede ser ubicada entre 2003 y 2004. Se suele atribuir a una exitosa campaña con las "misiones", dentro de Venezuela, y a la labor de costosos lobbies, en Estados Unidos y Europa. Ambas acciones son ciertas; pero, no explican todo. El Gobierno ha incurrido en un gasto sin precedentes para comprar apoyo electoral y también ha financiado todos los saraos que congregan a atormentados luchadores, obsesionados por revoluciones en otros países que no sean los suyos. Sin embargo, ninguna de esas alianzas se explica como una operación mercantil. Hay algo más que el gentil obsequio petrolero.

Chávez se instaló en un discurso, una simbología, unos mitos y valores, que lo preceden, con los cuales se arropa y que lo sobrepasan ampliamente. Se acuarteló en poderosas nociones que mueven el imaginario social en diversos lugares del planeta. Son, básicamente, la idea de la revolución de izquierda; el antiimperialismo y el bolivarianismo.

El régimen venezolano dejó de ser un acontecimiento local para insertarse en una dinámica ideológica y política internacional. Baste decir, por ejemplo, que en muchos lugares Chávez genera simpatías automáticas cuando ataca a Washington; los que dentro o fuera de EEUU resienten de las políticas actuales de Bush, desarrollan devoción hacia alguien que provoque quincenalmente al presidente norteamericano. Ni qué decir de la compulsión que mueve a la izquierda vegetativa del planeta, que ya no se plantea revoluciones en sus países, pero enloquece si es llamada a apoyar esta curiosidad latinoamericana que Chávez representa. Y, además, la apropiación privada de Bolívar por los próceres actuales, ha significado la posesión de un maravilloso relato fundacional venezolano y latinoamericano, que exime de explicaciones a sus portadores. ¿Revolución? ¿Antiimperialista y bolivariana? Un verdadero boccato di cardinale para una atrasada izquierda radical mundial que perdió sus motivos en el sanatorio donde mora Fidel.

Las tendencias Es verdad que la izquierda que está en el poder en Venezuela es de un atraso memorable. Sin embargo, no es cierto que el relato sobre el cual se inscribe sea inactual o demodé. La mediocre calidad de los gobernantes venezolanos, y de la izquierda que revolotea sobre el presupuesto, los contratos y los cargos, tiende a ocultar la absoluta actualidad que tiene el relato sobre cual se instaló el autoritarismo chavista.

América Latina está virando hacia soluciones alternativas. Así como durante un tiempo aparecieron los outsiders tipo Collor de Melo y Fujimori, como las estrellas ascendentes de la región; desde Chávez en adelante los milagros se esperaron por el flanco izquierdo. Este pertenece a la ancha corriente del progresismo, aunque no sea Lula, Kirchner, Lagos o Tabaré Vázquez. Sin duda que añade sus especiales características y patologías; pero, está inscrito en la tendencia de este continente a explorar otras soluciones dentro de la izquierda latinoamericana.

El antiimperialismo es tan viejo como el imperio; sin embargo, la confrontación con la política de Washington, especialmente a partir de la guerra de Irak, convoca hoy, en cierto modo como en los viejos tiempos de la guerra en Vietnam, a una protesta que abarca a un sector muy amplio de la sociedad norteamericana y mundial; de manera que cuando aparece por las costuras de Suramérica un pequeño ser desafiante, encuentra simpatías automáticas en sectores de la academia y de los medios de Europa y EE.UU.

En igual sentido opera la reivindicación de la condición bolivariana. No hay duda de que en su nombre se han cometido y cometen trapacerías inimaginables; pero, allí está el Libertador, impertérrito, contando el cuento de cómo la historia reservaba espacio para su regente.

Los apuros de la disidencia En cambio, cuando un opositor tiene que explicar su disidencia con el régimen, fuera del contexto cotidiano de Venezuela, no hay un relato reconocido sobre el cual su peripecia se instale. Por supuesto que la oposición tiene razones y ha mostrado, con luchas y sacrificios, su vocación por la libertad; sin embargo, para buena parte del planeta no es totalmente creíble.

Resulta insólito que la oposición democrática tenga que explicar que no es golpista y a los golpistas que hoy ejercen el poder nadie les reclame su historia. Sigue siendo insólito que las filas de los que han sido vejados, asesinados, detenidos, torturados, perseguidos, exiliados, tengan que sacar periódicamente el certificados de pureza democrática, mientras al grupo de desalmados que han delinquido contra la oposición se les tiene como exaltados guerreros sociales.

Es extravagante que luchadores de izquierda como Pompeyo Márquez o Gabriel Puerta Aponte se vean en la necesidad de argumentar que no son de derecha y que no se han colocado al servicio de los planes malévolos de la oligarquía. Más asombroso todavía es que frente a un liderazgo personalista y autoritario como el que ejerce Chávez, la crítica espontánea de los observadores internacionales se debe en una oposición que no tiene liderazgos y en sus carencias; sin duda, reales.

La tesis que acá se sostiene es que la oposición no ha logrado inscribir su disidencia en un relato que la trascienda. El "cuento" que se cuenta habitualmente es el de los atropellos de los que es víctima, frente al cual los representantes del régimen y sus aliados tiene la respuesta a flor de labios: eso siempre ha ocurrido, son rezagos del pasado, que se corregirán. Por carecer de un relato propio, la oposición ha quedado prisionera del que le ha asignado el régimen. Así, se ha visto confinada a que se le haga aparecer como de derecha, golpista, imperialista y oligárquica; a lo que han ayudado mucho, por cierto, ciertas voracidades empresariales por ponerle la mano a la protesta colectiva.

Se necesita un nuevo relato El relato de la disidencia venezolana está por allí, disperso y sin la consistencia necesaria como cuerpo de valores y de símbolos de la sociedad democrática. A veces aflora en el planteamiento de algunos, para luego ser ahogado en las urgencias de algún sector, o deglutido en la tentación colaboracionista que hoy vuelve a sacar sus pequeños deditos, que, como lombrices agarran la tesis del "borrón y cuenta nueva".

Las banderas de la democracia y la libertad, de la modernidad radical y de la descentralización, son las que han definido a la oposición, en una mezcla que, según cada vocero, tiene proporciones diferentes. Sin embargo, una tesis esencial que no ha logrado dominar es que Chávez y el chavismo representan el retorno del militarismo al poder.

La lucha contra el militarismo se enraiza en una formidable tradición latinoamericana, ampliamente reconocida en el mundo. Esa patología de las charreteras ha tenido diversas vertientes, de derecha y de izquierda, y siempre ha estado acompañada por la represión y la corrupción. De manera que cuando se plantean las características militaristas de este régimen de Chávez, con su cauda de atropellos, violaciones reiteradas de los Derechos Humanos, y saqueos sin nombre y sin fin, la resistencia democrática es mejor comprendida.

No pretenden estas líneas resolver la cuestión planteada. Sin embargo, la denuncia radical del militarismo pareciera capaz de generar una comprensión internacional también automática. Además, es un planteamiento que tiene resonancias dentro de las filas del propio régimen, algunos de cuyos partidarios se sienten incómodos con el creciente perfil castrense de su revolución. Cuando las luchas venezolanas aparecen inscritas en una corriente mundial antimilitarista, de lucha por la libertad, su comprensión es más accesible. Los ucranianos no tuvieron que explicar mucho: tienen un líder y un cuento.

carlosblancog@cantv.net

http://noticias.eluniversal.com/2004/12/20/pol_art_20186A.shtml

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