EXHORTACIÓN
DIALOGO Y PERDÓN PARA LA PAZ
1.- Al comienzo de un nuevo año, los Arzobispos y Obispos de Venezuela,
con clara conciencia de ser Pastores del Pueblo de Dios, saludamos con
afecto a todos los fieles católicos y a todos los hombres y mujeres que
conviven y esperan en este hermoso país.
2.- En el año 2005 viviremos importantes acontecimientos dentro de la vida
eclesial. El Santo Padre Juan Pablo II lo ha declarado Año de la
Eucaristía, para que los católicos participando activa y fructuosamente en
este sacramento, fortalezcamos nuestra identidad cristiana y asumamos el
compromiso de la transformación de nuestra sociedad. Y nosotros, los
Obispos de Venezuela, lo hemos declarado Año de las Vocaciones
Sacerdotales y Religiosas con el objeto de avivar en el pueblo cristiano
la conciencia de la necesidad de tener pastores que hagan presente a
Jesucristo en la comunidad por la Palabra y la celebración de los
Sacramentos. Concluiremos la fase celebrativa del Concilio Plenario, luz
que guiará la acción pastoral de nuestra Iglesia en las próximas décadas.
Celebraremos los Ciento Cincuenta años de la proclamación del Dogma de la
Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Se cumplen en el
venidero diciembre cuarenta años de la Clausura del Concilio Ecuménico
Vaticano II, el acontecimiento religioso cristiano más importante del
Siglo XX.
3.- Los Obispos, individual y colectivamente, somos pastores cuya misión
fundamental es de carácter religioso, espiritual y pastoral. Nuestra tarea
esencial, irrenunciable y que no puede verse opacada, es la de encaminar y
acompañar a hombres y mujeres en su itinerario hacia Dios. “El gozo y la
esperanza, la tristeza y la angustia de los hombres de nuestro tiempo,
sobre todo de los pobres y de todos los afligidos, son también gozo y
esperanza, tristeza y angustia de los discípulos de Cristo y no hay nada
verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón” (1). Como
pastores y maestros somos políticamente independientes, pero no
indiferentes, con la obligación ética de hacernos un juicio a la luz de
Evangelio y del rico magisterio de la Iglesia en materia social y
pronunciarnos sobre los aspectos más trascendentes, controvertidos e
influyentes en el presente y el futuro de la patria. Nuestros
pronunciamientos, en ningún momento, los hacemos buscando una cuota de
poder o queriendo favorecer una determinada parcialidad u opción política.
Nuestro horizonte es, y será siempre, el bien común, concreción del
mandamiento supremo del Amor. Así cumplimos nuestra misión específica de
representar a Jesucristo, Señor de la historia y Buen Pastor, que no
abandona a su rebaño, sino que lo custodia y lo protege siempre (2).
PANORAMA INQUIETANTE
4.- Los venezolanos no hemos logrado alcanzar, en los últimos años,
grandes consensos, elemento que define el sistema democrático y conduce a
la convivencia en paz y a la solución de los acuciantes problemas del
país. Por el contrario, han ido en aumento la confrontación, la
polarización y el revanchismo, y no se aprecian pasos que indiquen la
superación de estas actitudes y de la exclusión que ellas producen en
nuestra sociedad. Tanto las personas afectas al actual Gobierno como
aquellas que lo adversan, no han trabajado suficientemente en la búsqueda
de la reconciliación y la paz; y si bien en democracia el tono debe darlo
quien ejerce la autoridad, la responsabilidad de la convivencia es de
todos los ciudadanos.
5.- El gobierno ha realizado un significativo esfuerzo por dar respuestas
directas e inmediatas a la problemática socio-económica de los sectores
más empobrecidos a través de diferentes programas llamados “Misiones”. Hay
quienes han aplaudido sus bondades por la atención dedicada a sectores
normalmente no tenidos en cuenta y por la oportunidad de superación
ofrecida a muchas personas, lo que eleva su autoestima, amplía sus
expectativas y genera esperanza. Pero también hay otros que han presentado
críticas a dichos programas por el sesgo clientelar que los ha
caracterizado; por su desarrollo al margen de programas similares
establecidos por los distintos Ministerios; por apreciaciones que ponen en
tela de juicio su validez técnica o prevén dificultades de continuidad, lo
que puede engendrar frustraciones. La voluntad de reforzar las bondades y
disminuir sus limitaciones acercaría las posiciones contrapuestas y
abriría mayores posibilidades de éxito en bien de los más necesitados.
6.- Los Obispos sentimos gran preocupación por la aprobación de leyes con
carácter decididamente punitivo que además entran en contradicción con el
espíritu de los principios y derechos consagrados en la Constitución y en
los tratados internacionales suscritos por el Estado Venezolano y que
amenazan la libertad ciudadana, con la aplicación arbitraria de esas
leyes. Una sociedad en la que se restrinja, aunque sea legalmente, la
libertad de opinión y el disenso, y en la que se imponga, sin más, la
decisión tajante de la mayoría, sin dejar espacio al intercambio y
conjunción de propuestas, cierra prácticamente el camino a la verdad, que
no es monopolio de ningún sector en particular. En este sentido se señala
a la reforma parcial del Código Penal como un retroceso en materia de
derechos humanos y como instrumento de intimidación a la disidencia
política y cívica.
7.- Otro preocupante elemento en el panorama nacional es el que se deriva
del protagonismo casi exclusivo del Poder Ejecutivo en la gestión del
Estado. Se percibe una excesiva concentración de poder, bajo el dominio de
un Gobierno en el que pareciera diluirse la autonomía de los Poderes
Públicos, lo que ha creado una progresiva distorsión y hasta pérdida de la
institucionalidad. Son, de hecho, frecuentes las situaciones que reflejan
la injerencia de un poder sobre otro. La conformación de estos poderes ha
sido muchas veces resultado de la imposición exclusiva de una sola
tendencia política, sin dar cabida a las minorías. Esto es altamente
perjudicial para una democracia que, por naturaleza exige junto a poderes
públicos autónomos y libres de presiones en sus ejecutorias, una oposición
responsable y crítica. De lo contrario, se correría el peligro del abuso
del poder y se abrirían las puertas a una dictadura bajo la apariencia de
legalidad.
RECOMENDACIONES Y PROPUESTAS
8.- Nuestra historia, pasada y reciente, se ha visto plagada de
actuaciones y actitudes que desembocaron en situaciones insostenibles,
obstaculizaron la convivencia ciudadana y oscurecieron el horizonte de la
vida democrática y de bienestar social. No saldremos de estos problemas si
conservamos las mismas actitudes e igual mentalidad. Se impone un cambio
real que vaya más allá de las condiciones favorables o desfavorables y que
llegue a lo esencial de las personas, su dignidad, y a lo esencial de la
sociedad, el bien común. La Palabra de Dios nos trae el mensaje del
“hombre nuevo”, “creado en justicia y santidad” (Ef. 4,24), que se hace
capaz de transformar el mundo y construir una cultura de la vida y de la
solidaridad. No será con base en venganzas, exclusiones y abusos, como
construiremos, todos juntos, una Venezuela humana, justa, solidaria y
fraterna.
9.- Los señalamientos que hemos hecho nacen del deseo profundo y del deber
apremiante de reiterar el llamado a la reconciliación entre todos los
venezolanos, lo cual implica, positivamente, dar importancia a diferentes
aspectos de la vida moral del país. Ante todo, aceptar el pluralismo; no
se logrará una auténtica reconciliación, si se pretende exigir a los demás
traicionar las propias convicciones o renunciar a legítimas aspiraciones.
Además, es esencial dialogar para encontrar la verdad, porque el diálogo
no consiste en imponer al otro una verdad preestablecida como tampoco,
simplemente, en tolerar las ideas del otro. Dialogar es buscar la verdad
entre las diversas partes con la contribución todos.
10.- En concreto, en Venezuela es urgente establecer un diálogo auténtico
y responsable entre el Gobierno y quienes no comparten su proyecto
político-social. El país no debe continuar con el prolongado estado de
polarización en el que los adversarios se han convertido en enemigos. El
diálogo consiste en ver en el otro un prójimo. Esto se aplica totalmente
al diálogo político. Las diferentes fuerzas y partidos deben compartir su
responsabilidad con la verdad y la justicia, teniendo siempre en cuenta
las exigencias del bien común. Por el contrario, la voluntad de no ceder,
para no aparecer débil, así como la falta de escucha mutua y la pretensión
de ser solamente uno mismo la medida de la justicia, bloquean el diálogo,
las soluciones y el desarrollo estable y pacífico.
11.- El Estado debe, dar prioridad a la legislación social y educativa,
sin privilegiar una normativa represiva o punitiva. Esta última, si bien
es legítima, debe ser considerada como último recurso, reservada a la más
graves infracciones del orden social, preservando siempre los valores de
una sociedad democrática, entre los cuales, la protección integral de la
vida, de la dignidad y de los otros derechos inalienables de la persona
humana, ocupan el primer lugar.
12.- Invitamos a multiplicar los gestos de reconciliación: adecentar el
lenguaje y las expresiones con que calificamos a los adversarios; valorar,
por encima de lo que nos separa, lo que tenemos en común, como
venezolanos; no perseguir o condenar actuaciones que de por sí, aunque
hayan sido expresiones de confrontación, son legítimas; perdonarnos todos,
unos a otros, por nuestras faltas y errores (Cf. Rom. 12,17-20); y ajustar
siempre, cada vez más nuestras conductas a las normas morales, las cuales
han de inspirar la Constitución y las leyes.
13.- En el contexto de esta búsqueda de reconciliación, los Obispos
solicitamos al Señor Presidente de la República la concesión de medidas de
gracia o indultos a los civiles y militares condenados o imputados por
razones políticas, en el espíritu con que en época reciente se ha
procedido en nuestra historia.
14.- En esta búsqueda de reconciliación y perdón nos inspira el testimonio
de nuestro hermano Monseñor Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San
Salvador, y su defensa de los Derechos Humanos. El próximo 24 de marzo se
cumplirán los veinticinco años de su muerte por defender la vida humana y
sus derechos. Fue asesinado en el momento en que ofrecía el santo
sacrificio de la misa. Esta conmemoración nos encontrará reunidos en la
Eucaristía del Jueves Santo. En comunión con la Iglesia que peregrina en
El Salvador, pediremos a Cristo, Sumo Sacerdote, que la sangre de Monseñor
Romero sea germen de vida para América Latina y de unidad en la Iglesia, y
que su ejemplo sea pronto presentado, por la Iglesia, a los fieles, como
máximo testimonio de fe que exige el servicio a los derechos humanos, a la
justicia y a la causa de la reconciliación y la paz.
15.- El presente y el futuro del país nos llaman a superar las actitudes
que nos dividen y a dar testimonio de que nos unen una misma historia, un
mismo destino y una misma esperanza. Es necesario vencer el mal a fuerza
de bien (Rom. 12,21 ). Que la Virgen María, a quien desde los albores de
nuestra nacionalidad invocamos bajo el título de la Inmaculada Concepción,
nos ayude, con su intercesión ante su Hijo, a edificar, entre todos,
respetando las diferencias, una nación de hermanos.
Con nuestra bendición
Caracas, 12 de enero de 2005
Firman los Arzobispos y Obispos de Venezuela