Un mensaje positivo
al futuro (En el Día del Maestro)
Ana María Valeri
Desde hace casi setenta años, un año tras otro, el 15 de enero
celebramos el Día del Maestro. Hoy, como nunca antes, debemos considerar
la importancia de los mensajes que esta figura esencial, como es la del
maestro en la vida de las personas, emite, y que son absorbidos y
copiados como patrones de conducta, así como la manera en que éstos son
utilizados a lo largo de nuestras vidas.
El maestro venezolano de hoy no puede ser ni puede actuar de la forma
que lo hacía un maestro de hace treinta años. Y no puede hacerlo porque
Venezuela hoy es distinta. Nuestra realidad presente nos devela
situaciones que hace muchos años no existían. El ritmo de nuestras vidas
ha cambiado, nuestro modo de actuar y desenvolvernos es diferente. El
ambiente de politización que respiramos en la calle nos refleja un clima
de confrontación y violencia que nos era desconocido.
Debemos entender que la figura del maestro en todos los tiempos ha sido
un recurso humano de primer orden como factor de cambios en muchas
generaciones. En el presente, el docente de nuestro país también puede
ser promotor de virajes positivos para la convivencia social armónica
posible, en la medida que los valores aprendidos que acompañarán a
millones de jóvenes que estuvieron bajo su tutela, sean los adecuados
para corregir la intolerancia, el sectarismo y la ceguera.
Sin embargo, no puede perderse de vista que existe la posibilidad de que
se presenten desvíos negativos cuando se penetra la intransigencia y el
fanatismo, como ha sucedido y sucede en la mayoría de los gobiernos
totalitarios del mundo, que utilizan escuelas y maestros para adoctrinar
políticamente a los estudiantes desde muy temprana edad.
El maestro, el docente, el educador en general, debe estar consciente de
que sobre sus hombros recae la inmensa responsabilidad no sólo de
transmitir conocimientos, sino de formar en valores, que seleccionamos y
seguiremos durante el tránsito de nuestra historia individual. El
maestro, por lo consiguiente, educa para la vida.
Y la educación para la vida en democracia educa para pensar con
libertad, para expresarnos con libertad, para vivir con libertad. Para
disentir y para reclamar. Para respetarnos y compartir a pesar de las
diferencias. Para obedecer las leyes y demandar su cumplimiento. Para
ser transparentes y dueños de nuestra voluntad. No para ser súbditos,
sino ciudadanos. Con deberes que cumplir y derechos que exigir. Para
ejercer nuestra ciudadanía sin barreras.
Así, la educación impartida por nuestros maestros, debe ayudar a
nuestros niños y jóvenes a vencer los obstáculos y combatir la
desesperanza aprendida, la mentalidad negativa, el fatalismo. De ese
modo estaría enviando un código efectivo para el porvenir de Venezuela,
donde la tolerancia pacífica del que opina distinto sea un mensaje
positivo al futuro.
María Valeri
anavalerimata@hotmail.com
2005.01.15