Lo impactante de la historia, y ergo la reflexión, es la búsqueda de talento en donde no la hay, la cruzada hacia el éxito en donde no hay esperanza y el empeño por buscar la fama sin por ello querer ser alguien importante. Sobre todas las cosas, la película nos enseña lo que es ser un buen educador.
Un buen profesor es aquel que enseña a sus alumnos el arte de su materia, que transmite su conocimiento a mentes vírgenes en esperanza que al final del día – o quizás el lapso – la lección hay sido aprendida y el conocimiento sea aplicado. Un buen educador, en cambio, reconoce el talento de sus alumnos, pero va más allá, pues también reconoce las limitaciones de cada quien y de esa base parte en enseñanzas particulares para que al final de la vida, cada alumno al que le impartió una lección, sea mejor persona porque estuvo en ese salón de clases, aquella mañana soleada de un día sin importancia.
El ejemplo anterior se ilustra en "Los Coristas" con tres alumnos: Un estudiante problemático con una singular voz, un estudiante delincuente con una voz quebrada y otro muy pequeño para saber cantar. Lejos de obligarlos a todos a cantar, el profesor Mathieu reconoce las capacidades individuales de cada uno de ellos y las explota a su máximo potencial, elevando en solos magistrales al primero, colocando al segundo como el podio que aguanta la partitura y al tercero como ayudante del director. Quizás parezca confuso y se concluya que mientras el primero se lleva la fama los dos últimos parecen de adorno pero todo lo contrario pues al hacer esto, el profesor Mathieu engrasa una máquina en donde cada parte es importante y en donde cada persona es esencial para lograr que el tren de la música se ponga en marcha.
Así como Mathieu son muchos los educadores en nuestro país que han tenido un impacto en nuestras vidas pero no bastan pues hace falta que todos los involucrados en la educación, entiendan que esta es la fórmula hacia el éxito. Recién estoy en la mitad de mi segunda carrera universitaria y he tenido mi parte de profesores y de educadores. Los primeros son como Rachin, el ineficaz director de la escuela en la película, que se han vanagloriado de sus conocimientos y de sus éxitos, con clases magistrales, gráficos y rótulos terminando la clase sin preguntas ni discusiones pues para ellos la misma ha terminado. Los segundos son precisamente como Mathieu, que han venido sin menos pretensiones que el aprendizaje en donde entienden que la comunicación es clave y que la sed de la ignorancia se calma con un vaso de virtudes y talentos; que se empeñan más en las preguntas que en sus palabras y que buscan al problemático para oír sus dudas sin dejar de mirar de reojo al alumno estrella preguntándose como puede retarlo a saber más de lo que ya sabe. Son aquellos que salen del salón de clases con la corbata a medio lado, feliz porque sus alumnos aprendieron pero dichoso porque también él aprendió de ellos.
Es por ello que invito
a quienes lean estas letras a compartir con su familia y amigos esta
película. Sobre todo a aquellas personas involucradas en la educación de
alguien: hijo, alumno, compañero, pareja pues es mucho lo que tenemos
que aprender de Mathieu y son muchas las aves enjauladas que hay que
dejar volar en esta país.-