Hugo Chávez y su Pasión por los Pobres
Carlos Sabino
Muchos comentaristas extranjeros piensan que, a pesar de la clara
orientación militarista y autoritaria del gobierno de Chávez, hay que
apoyar al caudillo venezolano porque su gobierno está realizando una
decidida labor en favor de los pobres que debe ser valorada y reconocida
como positiva. A propósito del tema se suelen mencionar las llamadas
“misiones”, iniciativas directas que proporcionan ayuda para diversos
fines sociales como, por ejemplo, la atención en salud en los barrios
más pobres o la culminación de los estudios primarios o secundarios. La
izquierda de los países más desarrollados -y muchos intelectuales de
nuestra región- suelen arrebatarse de entusiasmo cuando aparece un
gobernante fuerte, que se declara partidario de los pobres y enemigo de
los Estados Unidos, y eleva su voz a favor de los más necesitados. No
importa mucho que esos caudillos sean profundamente antidemocráticos o
que cancelen la vigencia de muchas libertades cívicas, políticas o
económicas: eso se excusa con benevolencia porque se asume que un fin
más alto, el bienestar del pueblo, resulta más importante que una
libertad que se percibe como un lujo burgués.
A todos estos entusiastas, sin embargo, les convendría revisar un poco
los logros concretos de estos caudillos iluminados, porque cuando se
conocen los datos reales -sin excepción- se encuentra que, en vez de
mejorar las condiciones de vida de los más necesitados, resultan
verdaderos fabricantes de miseria. Veamos el caso del venezolano Hugo
Chávez, un paradigma al respecto.
Durante los seis largos años que lleva como líder de su ‘revolución
bolivariana’ el teniente coronel ha recibido, por cuenta de ingresos
petroleros, la astronómica suma de 120.919 millones de dólares, mucho
más que cualquiera de sus predecesores. Son alrededor de 20.000 millones
anuales, una cifra que podría dar envidia a cualquier gobierno
latinoamericano. Este ingreso, sin embargo, parece no haberle bastado:
la deuda total del sector público ha crecido, en los primeros cinco
años, de 27.000 a 45.000 millones de dólares. Con todo este dinero los
gastos reales del estado han aumentado un 40% en seis años, con lo cual
-pensará nuestro ingenuo izquierdista en París o en San Francisco-
seguramente habrán mejorado las condiciones de vida de los pobres
venezolanos, ¿verdad? Nada más falso.
La economía no ha crecido, al contrario, ha disminuido en su tamaño,
mientras la población –por supuesto- no ha dejado de aumentar. El
producto global, la producción total del país, ha disminuido un 11% en
este mismo período; si tomamos en cuenta, además, el crecimiento
poblacional, encontraremos que cada venezolano tiene hoy, en promedio,
un ingreso 25% menor que el que tenía al comienzo de la llamada
‘revolución bonita’. Esto se ha producido por la desconfianza que
produce la falta de respeto a la propiedad privada, por el clima de
confrontación permanente que se vive en Venezuela, por la ampliación de
unos gastos estatales que para nada resultan productivos.
Pero bueno, nos dirán, la situación habrá empeorado en general, pero el
ingreso debe estar hoy mejor repartido, en beneficio de quienes más lo
necesitan. Tampoco esto es cierto, lamentablemente: una inflación
permanente, la más alta de América, ha hecho que los alimentos que
valían 100 bolívares hace 6 años valgan ahora 383 bolívares! Claro, los
salarios también han aumentado, pero lo han hecho a un paso mucho más
lento, pasando de 100 (como punto de referencia) a apenas 250. En total,
y para resumir, un asalariado venezolano tiene hoy un poder adquisitivo
que es un 35% menor al que tenía al comenzar el gobierno de Chávez.
Agreguemos a eso que la desocupación abierta se mantiene en cifras del
15% y se comprenderá por qué la pobreza crece en el país, por qué
aumenta la desnutrición, especialmente entre los niños y en las zonas
rurales.
Son cifras frías, ya lo sé, que no alcanzan a transmitir toda la carga
emocional de los discursos de Chávez, todas las promesas y las dádivas
que no se cansa de otorgar. Pero son cifras concretas y reales,
proporcionadas por el mismo gobierno a través del Banco Central de
Venezuela, que sirven para mostrarnos a dónde conducen la demagogia y el
estatismo sin control que reinan en la otrora rica Venezuela.
http://paginas.ufm.edu/sabino
Agencia AIPE