FIRMAR ESTA CARTA: http://www.PetitionOnline.com/VenIta02/petition.html
S.E. Prof. Carlo
Azeglio Ciampi
Presidente de la República Italiana
Señor Presidente:
Somos ciudadanos italianos residentes en Venezuela, intérpretes del
sentimiento de toda la gran familia italo-venezolana de los hijos y
descendientes de italianos de ciudadanía italiana y de los ciudadanos
venezolanos residentes en Italia. En vista de la anunciada visita
oficial a Italia del Presidente de Venezuela, teniente coronel Hugo
Chávez Frías, nos permitimos elevar a la atención de Su Excelencia los
principales acontecimientos que han caracterizado, desde 1998 hasta hoy,
su gobierno y que están erosionando las bases de la democracia
venezolana y continental, en pro de un inquietante diseño autoritario,
extra-constitucional, que pretende imponer el mismo comandante Chávez.
A nivel internacional es ampliamente conocida la situación de
polarización ideológica y social provocada en los diferentes sectores de
la sociedad por la acción del comandante Chávez, dirigida a la actuación
sistemática y progresiva de tal diseño, desde que asumió la presidencia,
en 1999. Desde el principio, en efecto, sus actuaciones han provocado
continuos enfrentamientos de gravedad cada vez mayor entre los
diferentes sectores de la población, en los cuales se han visto
involucrados también ciudadanos de nacionalidad europea e italiana.
Creemos que el gobierno italiano está en conocimiento del caso –
denunciado a nuestra Embajada en Caracas – de Cosimo di Biella,
emigrante desde muy joven a Venezuela, donde había formado una familia.
El primero de marzo del año pasado, un día de fuertes protestas
callejeras y de gravísimos enfrentamientos, di Biella fue asesinado en
circunstancias que no han sido nunca aclaradas, mientras regresaba en
automóvil a su casa, sin que hasta ahora las autoridades se hayan
pronunciado sobre las responsabilidades del caso, mientras permanecen
como indiciados algunos policías y miembros de la Guardia Nacional.
Todas las manifestaciones de protesta cívica contra este incipiente
autoritarismo no han recibido respuesta alguna, sino que más bien han
sido puntualmente criminalizadas y castigadas con dureza y obstinación
por el régimen del comandante Chávez, quien, lejos de tomar en cuenta
sus motivaciones y abrirse al diálogo y a la discusión, ha escogido la
vía de la imposición autocrática de su voluntad, fortalecido por los
poderes que ya están todos en sus manos, comenzando por la mayoría de la
Asamblea Nacional -que en lugar de responder al electorado, actúa según
las órdenes del ejecutivo- hasta las Fuerzas Armadas.
Así sucedió con la manifestación de protesta del 11 de abril del 2002,
cuando más de un millón de personas que marchaban pacíficamente por las
calles hacia el palacio presidencial, se convirtieron en blanco de los
francotiradores seguidores del gobierno (algunos identificados,
enjuiciados y luego absueltos por “legítima defensa”), con un saldo de
veinte muertos y centenares de heridos. Ante esta protesta, el
comandante Chávez reaccionó ordenando a sus generales la activación del
llamado “Plan Avila”, un plan que prevé, la intervención del ejército
para contener con las armas a los manifestantes. Los generales se
negaron a seguir esta orden.
Del mismo modo concluyó el paro de diciembre 2002-febrero 2003, con el
despido de 20.000 trabajadores petroleros, la eliminación por
retaliación de más de 100.000 puestos de trabajadores de compañías
contratistas del sector petrolero, y la imputación de los mayores
promotores del paro; en particular, el Secretario General de la CTV
(Confederación de Trabajadores de Venezuela), Carlos Ortega, quien, por
amenazas de muerte, tuvo que exilarse en Costa Rica. Luego de ingresar
clandestinamente a Venezuela, Ortega fue arrestado y encarcelado.
A fines del año 2002, la crisis institucional de Venezuela se impuso
finalmente a la atención de la comunidad internacional, en particular de
la OEA, que después de haber promovido una mesa de negociaciones entre
el gobierno y la oposición, también con la mediación del Centro Carter,
llevó a las partes en conflicto, en mayo de 2003, a convenir en una
solución electoral, prevista en el artículo 72 de la Constitución
Bolivariana: el Referéndum Revocatorio del mandato presidencial, que
debía celebrarse antes de finales de agosto de 2004.
Infinitos fueron los obstáculos interpuestos por el gobierno y el
Consejo Nacional Electoral (CNE) con mayoría oficialista, con el fin
abiertamente declarado de boicotear la celebración del referéndum,
comenzando por el vejatorio reglamento para la recolección de las
firmas, que obligó a más de un millón de ciudadanos a expresar
nuevamente, en un indignante “acto de reparación”, la propia voluntad de
firmar.
Pero, por haber hecho uso de ese derecho constitucional, los firmantes
de la petición de referéndum resultaron y todavía resultan víctimas de
un trato discriminatorio y punitivo a causa del uso inconstitucional e
inicuo de una lista con sus nombres, que se hizo del conocimiento
público luego de su publicación ilegítima en la página web de un
diputado chavista, con la complicidad del CNE. Esta discriminación
contra los firmantes se ha manifestado en la negación de trabajo en la
administración pública o en la imposibilidad de participar en
licitaciones públicas, obtener la pensión o enfrentando todo tipo de
obstáculos para obtener documentos como el pasaporte, la cédula de
identidad e incluso en la distribución de las ayudas a los damnificados
de las últimas inundaciones.
Se calcula que entre la convocación del referéndum y su celebración, el
15 de agosto de 2004, el Ministerio del Interior procedió a la
identificación o nacionalización e inscripción sumaria en el registro
electoral de más de dos millones de personas sin identificación y de
emigrantes clandestinos, sobre todo colombianos, muchos de los cuales
solicitados por las autoridades judiciales de ese país, como el llamado
“ministro del exterior de las FARC”, Rodrigo Granda, quien votó en el
referéndum mientras pendía sobre él un mandato de captura internacional
“desconocido” a las cuerpos de inteligencia venezolanos.
La oposición había denunciado reiteradamente que las manipulaciones
oficialistas del registro electoral lo estaban viciando totalmente,
reduciendo la confiabilidad de todo el proceso referendario, pero la
confirmación indiscutible de ello se tuvo comparando los desconcertantes
resultados anunciados por el CNE con los de los exit pools efectuados
por observadores independientes y la oposición. De hecho, tras esos
resultados, que sin la mínima transparencia y verificación,
reconfirmaron en el poder al teniente coronel, el señor Chávez ha dado
un ulterior viraje al régimen en sentido aún más autoritario, que está
acelerando su consolidación en el poder, a costo de la demolición del
sistema democrático y en clara violación de la Constitución promovida
por él mismo.
La mayoría oficialista de la Asamblea Nacional, violando la
Constitución, impuso con mayoría simple la aprobación de la Ley Orgánica
del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), que prevé, entre otras cosas, un
considerable aumento del número de magistrados que lo conforman y que la
misma Asamblea pueda designarlos con mayoría simple. De esta manera, de
un solo golpe, Chávez ha sometido a la voluntad del ejecutivo -
constituido en su mayoría por los militares que lo acompañaron en su
fallido golpe del ’92 y por ex guerrilleros filocastristas - sea el
poder legislativo como el judicial, que ya no son más expresiones
autónomas e independientes del pluralismo político, sino meros
instrumentos de imposición de la voluntad presidencial. El nuevo
Presidente del TSJ, en efecto, declaró públicamente ser “revolucionario”
y bolivariano; es decir, sujeto a la voluntad del ejecutivo, poniéndole
así la cruz al principio de independencia de la magistratura.
Con la aprobación de la nueva “ley sobre la responsabilidad de los
medios radiotelevisivos”, que introduce de hecho el reato de opinión, se
violenta también la libertad de expresión sancionada por la
Constitución, al permitir la intimidación y la persecución judicial de
los periodistas más activos en los temas políticos y provocar la
autocensura de los medios. En fin, con la reciente reforma del Código
Penal se introdujeron nuevos tipos de reatos penales relacionados con la
libertad de pensamiento, de reunión y participación política, ahora
fuertemente limitadas y fiscalizadas, a fin de poder penalizar cualquier
manifestación de disenso.
En materia de Derechos Humanos, en el informe de Amnesty International
del año 2004 se cita a Venezuela por el hostigamiento del gobierno
contra los medios de comunicación y los periodistas, además que por la
impunidad de la cual gozan todavía los responsables de la matanza del 11
de abril de 2002, por el uso excesivo de la fuerza por parte de los
cuerpos policiales y por el papel de justicieros que han asumido
arbitrariamente algunas policías regionales contra presuntos
delincuentes y por las reiteradas denuncias de tortura. Hace pocos días,
el Parlamento Europeo hizo un llamado al gobierno de Venezuela para que
"tome medidas efectivas contra las torturas y matanzas perpetradas por
las fuerzas policiales", así como para "garantizar la libertad de
expresión y el libre acceso a la información. Actualmente 248 ciudadanos
están bajo juicio por delitos de carácter político y se prevé a dentro
de poco la lista de procesados por las mismas razones llegue a 800,
acusados en su mayoría de haber promovido manifestaciones de la
oposición, como la del 11 de abril de 2002, o por haber demostrado
abiertamente su disenso.
En cuanto al desempeño económico del gobierno de Chávez, la deuda
publica aumentó de 2.3 millardos de bolívares en 1998 a 23.3 millardos
en 2003 (474% en US$), no obstante que en los últimos años Chávez haya
recibido ingresos petroleros por 120.000 millones de US$, los más
elevados en absoluto. Además, la política económica de corte estatalista
promovida por el coronel Chávez ha provocado la desaparición de casi el
sesenta por ciento de pequeñas y medianas empresas privadas existentes
en Venezuela, muchas de las cuales creadas y manejadas por ciudadanos
italianos, con un aumento considerable del desempleo y de los empleados
en la economía informal, solo parcial y temporalmente incorporados en
los costosos programas de emergencia (las llamadas “misiones”), con un
saldo en términos de desocupación total de aproximadamente 19%, el
aumento de los empleos precarios dependientes del Estado de casi 100%,
la subida del índice de pobreza a 73% y un incremento de 8% de la
pobreza critica, es decir, de la población vive con menos de un dólar al
día (Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas-INE).
El señor Chávez, en definitiva, lejos de haber creado riqueza y promover
su justa distribución, está utilizando a fondo perdido los recursos del
erario publico para ganarse el consenso de las clases marginales de la
población, obteniendo así un consenso efímero, pero llevando el país
hacia la quiebra, como hace prever la ultima reciente devaluación, único
caso de devaluación en el continente, incluyendo Cuba. También el
derecho fundamental a la propiedad privada está en vilo, a pesar de las
normas constitucionales que lo consagran. En efecto, son toleradas y
hasta promovidas las invasiones de propiedades en nombre de un
demagógico fin igualitario que no resuelve, sino más bien aumenta, los
gravísimos problemas de desigualdad social existentes en Venezuela.
Finalmente, los confusos incidentes en que el gobierno ha resultado
involucrado por haber actuado, por decir poco, con demasiada indulgencia
hacia terroristas buscados internacionalmente vinculados con la
narcoguerrilla colombiana, como en el citado caso Granda, la ambigüedad
oficial ante la comunidad internacional que esperaba una toma de
posición clara del gobierno venezolano en esta materia, los constantes
ataque verbales contra el presidente Bush y su gobierno, contra la
vecina Colombia, la carrera armamentista y la organización paramilitar
de un millón y medio de milicianos, son todos hechos que generan serias
dudas sobre la naturaleza democrática y los proyectos continentales del
señor Chávez.
En tal contexto, la población venezolana, amenazada y sin tutela legal,
ya no se atreve a manifestar más su disenso y ello se percibe de modo
preocupante también en la comunidad italo-venezolana.
Nos despedimos con la esperanza de que en las futuras relaciones entre
Italia y Venezuela, Su Excelencia, cuya pasión democrática y gran
respeto por la libertad y los derechos humanos son bien conocidos por
todos, invocará siempre como condición de cualquier acuerdo entre los
dos países los principios del respeto democrático, la defensa de los
derechos humanos y la promoción del estado de derecho, incluso cuando se
traten las también importantes relaciones bilaterales de tipo
económico-comercial.
De usted muy respetuosamente,
Los Abajo Firmantes,
S.E. Prof. Carlo Azeglio Ciampi
Presidente della Repubblica Italiana
Signor Presidente,
Siamo cittadini italiani residenti in Venezuela, interpreti del
sentimento di tutta la grande famiglia italo venezuelana, dei figli e
discendenti di italiani di cittadinanza venezuelana e dei cittadini
venezuelani residenti in Italia. In vista dell’annunciata visita
ufficiale in Italia del Presidente del Venezuela, tenente colonnello
Hugo Chavez Frias, ci permettiamo elevare all’attenzione di V. E. i
principali fatti che hanno caratterizzato, dal ’98 ad oggi, il suo
governo e che stanno minando le basi della democrazia venezuelana e
continentale, in pro di un inquietante disegno autoritario, extra-costituzionale,
voluto dallo stesso comandante Chavez.
A livello internazionale è ben nota la situazione di spaccatura
ideologica e sociale indotta nei diversi settori della società
dall’azione del comandante Chavez, volta all’attuazione sistematica e
progressiva di tale disegno, fin da quando egli assunse la presidenza,
nel 1999. Dall’inizio, infatti, i suoi atti hanno portato a continui e
sempre più gravi scontri tra i diversi settori della popolazione, nei
quali sono rimasti implicati anche cittadini di nazionalità europea e
italiana. Riteniamo sia noto al Governo Italiano, in particolare, il
caso – denunciato alla nostra Ambasciata a Caracas - di Cosimo di Biella,
emigrato da ragazzo in Venezuela dove aveva formato la sua famiglia. Il
primo marzo dello scorso anno, giornata di forti proteste e di
gravissimi scontri, di Biella veniva ucciso in circostanze mai chiarite
mentre ritornava a casa a bordo della sua auto, senza che ancor oggi le
autorità si siano pronunciate sulle responsabilità del caso, mentre
permangono indiziati uomini della polizia e della “guardia nacional”.
Tutte le manifestazioni di protesta civica contro tale, incipiente
autoritarismo sono rimaste inascoltate e poi puntualmente criminalizzate
e punite dal regime del comandante Chavez che, lungi dal considerarne le
ragioni aprendosi al dialogo e al confronto, ha scelto la via
dell’imposizione autocratica della sua volontà, forte dei poteri ormai
nelle sue mani, a cominciare dalla maggioranza assembleare e dalle forze
armate, che lungi dallo svolgere il loro ruolo istituzionale
rispondendone alla cittadinanza, sembrano ora succubi dell’esecutivo.
Così accadde con la manifestazione di protesta dell’11 aprile 2002,
quando più di un milione di persone che marciavano inermi verso il
palazzo presidenziale, divennero bersaglio di cecchini filogovernativi (alcuni
identificati, processati, poi assolti per “legittima difesa”), con un
saldo di una ventina di morti e centinaia di feriti. Protesta alla quale
il comandante Chavez reagì ordinando ai suoi generali l’attivazione del
cosiddetto “Plan Avila”; un piano che prevede, l’intervento
dell’esercito per fermare con le armi i manifestanti. Ordine che i
generali rifiutarono.
Allo stesso modo si concluse lo sciopero generale del dicembre 2002-febbraio
2003, per il quale vennero licenziati 20.000 lavoratori petroliferi,
eliminati per rappresaglia più di 100.000 posti di lavoro dell’indotto
del settore e incriminati i maggiori promotori di tale sciopero; in
particolare, il Segretario Generale della CTV (Confederazione dei
Lavoratori del Venezuela), Carlos Ortega, il quale, per essere stato
minacciato di morte, dovette esiliarsi in Costa Rica. Lo stesso Ortega,
tornato poi clandestinamente in Venezuela, è stato recentemente
arrestato e imprigionato.
Alla fine del 2002, la crisi istituzionale del Venezuela si impose
finalmente all’attenzione della comunità internazionale, in particolare
della OEA, che dopo avere promosso un tavolo negoziale tra governo e
opposizione, anche con la mediazione del Centro Carter, portò le parti
in conflitto, nel maggio del 2003, a convenire su una soluzione
elettorale, peraltro prevista dall’articolo 72 della Costituzione
Bolivariana: il Referendum Revocatorio del mandato presidenziale, da
celebrare entro l’agosto del 2004.
Infiniti sono stati gli ostacoli frapposti dal Governo e dal Consiglio
Nazionale Elettorale (CNE) a maggioranza filogovernativa, con il fine
apertamente dichiarato di boicottare la celebrazione del referendum, a
cominciare dal vessatorio regolamento per la raccolta delle firme, che
ha obbligato più di un milione di cittadini a esprimere nuovamente in un
indignante “atto di riparazione” la propria volontà di firma. Nonostante
ciò, l’opposizione democratica ha potuto chiederne formalmente
l’indizione, avendo potuto raccogliere più di tre milioni e mezzo di
firme di cittadini richiedenti (il 30% degli elettori).
Ma per aver fatto uso di quel diritto costituzionale, i firmatari
richiedenti sono risultati e risultano tuttora essere vittime di un
trattamento discriminatorio e punitivo a causa dell’incostituzionale ed
iniquo uso della lista dei loro nomi, ormai a tutti nota data la sua
illegittima pubblicazione sulla pagina web di un deputato chavista, con
la complicità del CNE. Tale iniqua discriminazione continua a ripetersi
a tutt’oggi, impedendo a chi ha firmato di ottenere lavoro
nell’amministrazione pubblica o di partecipare agli appalti pubblici, o
di ottenere la pensione o incontrando ogni sorta di difficoltà per
ottenere documenti quali il passaporto, la carta d’identità, e finanche
gli aiuti agli sfollati o rifugiati vittime delle ultime inondazioni.
Si calcola che tra l’indizione del referendum e la sua celebrazione, il
15 agosto del 2004, il Ministero dell’Interno abbia proceduto alla
sommaria identificazione o nazionalizzazione ed iscrizione nel Registro
Elettorale di oltre due milioni di cittadini privi di identità e di
immigrati clandestini, per lo più colombiani, molti dei quali ricercati
dall’autorità giudiziaria di quel paese; come il cosiddetto ‘ministro
degli esteri delle FARC’, Rodrigo Granda, che ha votato nel referendum
mentre su di lui pendeva un mandato di cattura internazionale
“sconosciuto” all’intelligence venezuelana.
L’opposizione aveva ripetutamente denunciato come le manipolazioni
governative del Registro Elettorale lo stessero facendo diventare
totalmente inaffidabile - rendendo così inaffidabile tutto il processo
referendario - ma se ne ebbe la indiscutibile conferma confrontando gli
sconcertanti risultati esibiti dal CNE con le opposte stime e gli exit
pool effettuati da osservatori indipendenti e dall’opposizione. Sta di
fatto che, dopo tali risultati, che senza la benché minima trasparenza e
riscontro hanno confermato al potere il tenente colonnello, il signor
Chavez ha impresso una ulteriore svolta al regime in senso maggiormente
autoritario, che in aperta violazione della Costituzione da lui stesso
promossa sta accelerando il suo consolidamento al potere, a costo della
demolizione del sistema democratico.
Lo schieramento filo-governativo dell’Assemblea Nazionale, in aperta
violazione della Costituzione, ha imposto l’approvazione a maggioranza
semplice della Legge Organica del Tribunale Supremo di Giustizia (TSJ),
che prevede tra l’altro un considerevole aumento del numero di
magistrati che lo compongono e di poter, l’Assemblea stessa, nominarli
con detta maggioranza. In tal modo, d’un sol colpo, Chavez ha
assoggettato al volere del suo esecutivo, fatto per lo più da militari
che lo accompagnarono nel fallito golpe del ’92 e da ex guerriglieri
filocastriti, sia il potere legislativo che quello giudiziario; ora non
più espressioni autonome e indipendenti del pluralismo politico, ma mero
strumento di imposizione della volontà presidenziale. Il nuovo
Presidente del TSJ, ha, in effetti, dichiarato pubblicamente di essere
“rivoluzionario” e bolivariano, in altri termini, succube dell’esecutivo,
con buona pace del principio di indipendenza della magistratura.
Con l’approvazione della nuova “legge sulla responsabilità dei mezzi
radiotelevisivi” che introduce di fatto il reato di opinione, viene
inoltre lesa la libertà di espressione sancita dalla Costituzione,
consentendo l’intimidazione e la persecuzione giudiziaria dei
giornalisti più attivi sul piano politico e provocando l’autocensura dei
media. Infine, con la recente modifica del Codice Penale, sono state
confermate nuove fattispecie di reati penali collegati alla libertà di
pensiero, di riunione e partecipazione politica, ora fortemente limitate
e fiscalizzate, onde poter penalizzare qualsiasi manifestazione di
dissenso.
In materia di Diritti Umani, nel Rapporto 2004 di Amnesty International
il Venezuela è citato per l’ostilità del governo nei confronti dei media
e dei giornalisti, oltre che per l’impunità di cui ancora godono i
responsabili della strage dell’11aprile 2002, per l’uso eccessivo della
forza, recentemente contestatole anche dal Parlamento Europeo, da parte
dei corpi di polizia nel contesto politico e per il ruolo di giustizieri
assunto arbitrariamente dalle polizie regionali nei confronti di
presunti delinquenti e per le ripetute denuncie di tortura. Attualmente,
248 cittadini sono sotto processo per delitti di carattere politico e si
prevede che a breve la lista dei processati per le stesse ragioni
raggiunga gli 800, rei nella maggior parte di avere promosso le grandi
manifestazioni dell’opposizione, come quella dell’11 aprile 2002, o di
avere mostrato apertamente il loro dissenso.
Per quanto riguarda la gestione economica del governo Chavez, il debito
pubblico è aumentato dai 2,3 miliardi di Bs. del 1998 ai 23,3 miliardi
del 2003 (474% in US$), nonostante negli ultimi sei anni il governo di
Chavez abbia ricevuto introiti petroliferi per 120.000 milioni di US$, i
più elevati in assoluto. Inoltre, la politica economica statalista
promossa dal Colonnello Chávez ha causato la scomparsa di quasi il
sessanta per cento delle piccole e medie imprese private esistenti in
Venezuela, molte delle quali fondate e gestite da cittadini italiani,
con un aumento vistoso della disoccupazione e degli addetti
dell’economia sommersa; solo parzialmente e temporaneamente rioccupati
nei costosi programmi statali di emergenza (le cosidette “misiones”),
con un saldo in termini di disoccupazione assoluta di circa il 19%, con
un aumento dell’impiego precario dipendente dello stato di circa il
100%, con l’ascesa al 73% dell’indice di povertà e con un incremento
dell’indice di povertà critica, ovvero della popolazione che vive con
meno di un dollaro al giorno, dell’8% (Fonte: Istituto Nazionale di
Statistica – INE).
Il signor Chavez, insomma, lungi dal creare ricchezza e promuoverne
l’equa distribuzione, sta utilizzando a fondo perduto le risorse
dell’erario per legare a se, sussidiandoli precariamente, gli strati
marginali della popolazione; ottenendo con ciò un effimero consenso, ma
portando il paese verso la bancarotta, come fa presagire l’ultima
svalutazione, unico caso di svalutazione nel continente, inclusa Cuba.
Anche il fondamentale diritto alla proprietà privata è ormai in forse,
nonostante le rassicuranti norme del dettato costituzionale. Vengono
infatti tollerate e finanche promosse invasioni di proprietà in nome di
un demagogico fine egualitario che non risolve, anzi appesantisce, i
gravissimi problemi di disuguaglianza sociale esistenti in Venezuela.
Infine, i confusi incidenti nei quali il Governo è risultato coinvolto
per aver agito a dir poco benevolmente nei confronti di terroristi
ricercati internazionalmente vincolati alla narcoguerriglia, come nel
citato caso Granda, l’ambiguità ufficiale di fronte al clamore della
comunità internazionale che si attendeva una ben più chiara presa di
posizione in questa materia, i costanti attacchi verbali contro il
presidente Bush e il suo Governo, nonché contro la vicina Colombia, la
corsa all’armamento e l’organizzazione paramilitare di un milione e
mezzo di miliziani sono fatti che gettano una seria ombra sulla natura
democratica e sulle mire continentali del governo del signor Chavez.
In tale contesto, la popolazione minacciata e senza tutele non osa più
manifestare il proprio dissenso e questo si percepisce in modo
preoccupante anche nella comunità italo-venezuelana.
Ci congediamo sicuri che nelle future relazioni tra Italia e Venezuela
Vostra Eccellenza, la cui passione democratica e l’immenso rispetto per
la liberta ed i diritti altrui sono a noi tutti ben noti, richiamerà
sempre come presupposto di ogni possibile accordo tra i due paesi i
principi fondanti di rispetto democratico, di difesa dei diritti umani e
di promozione dello stato di diritto, anche quando si affrontino le pur
importanti relazioni bilaterali di tipo economico – commerciale.
Rispettosamente
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