La Más Importante Victoria de
Chávez
Iñaki Anasagasti
Senador en la Cortes Generales
Partido Nacionalista Vasco
El resultado de las elecciones del 3 de diciembre recoge una estructura
electoral completamente viciada y fraudulenta, que pretendía corregirse
apelando a la modificación de las condiciones electorales. Cuando la
dirección opositora aceptó concurrir sin condiciones, sobre la base de
la idea de que con votos podía derrotar el fraude, se planteó -ahora se
ve- un objetivo inalcanzable.
Esa estructura (RE, cedulaciones, cazahuellas, maquinitas, presiones,
listas fascistas, etc.) permite mucho más que el ventajismo clásico de
un sistema imperfecto; es un plan diseñado rigurosamente para que el
gobierno gane y la oposición pierda. No será así siempre; pero, así es
ahora.
En beneficio del razonamiento que sigue, supóngase que Chávez sí obtuvo
los resultados del CNE, avalados por la dirección opositora. Las
implicaciones de esta situación son tremendas. Significa que el
movimiento construido alrededor del Presidente se ha convertido en un
fenómeno estructural de la sociedad venezolana; no es un hecho
electoral, ni siquiera meramente político, sino que es algo más. Sería
la expresión de fuerzas sociales nuevas, más poderosas que las antiguas,
que encuentran su propulsión y también su expresión en Chávez. Más aún,
esa votación indicaría que la derrota opositora no es producto de una
circunstancia azarosa, sino de la incapacidad de entender a la sociedad
emergente y mayoritaria. Si las cosas sucedieron de ese modo, la
principal tarea no sería agitar un país que no se entiende, sino salir a
entender un país que no se conoce.
Chávez ha obtenido una doble victoria. Una, que nunca soñó, fue la
legitimación, dada esta vez no por sus amanuenses en los poderes
públicos, sino por la dirección de la oposición; la segunda, fue un
mandato para realizar su proyecto socialista, dentro de lo cual la idea
del consenso con la oposición es esencialmente imposible, y ya el
Presidente asomó la contraseña. Se dirá que los ciudadanos no saben qué
es el socialismo del siglo XXI y que Chávez no se los explicó,
¡pamplinas! Lo que ha recibido el caudillo reelecto es un mandato para
hacer lo que él quiere y en la forma en la que lo quiere. Por lo tanto,
resulta una ingenuidad pensar que va a haber un diálogo que cuestione el
proyecto del régimen. El cuento del diálogo es una película repetida, lo
cual no impide que la Comisión Técnica designada por Rosales se
convierta en centro de denuncia y concientización.
La oposición logró unirse en torno a un solo candidato, no se retiró del
proceso y entre tanto, a vuelta de poquísimas semanas, logró "calentar
la calle" con manifestaciones que no se veían desde aquel abril del
2002, mucho más de lo que habían logrado algunos melancólicos fierabrás
que convocaban sin el menor éxito a ese calentamiento.
Por último, last but not least, se dio a la oposición la oportunidad de
mostrar su propio músculo: cuatro millones bien redondos de electores.
La política seria comienza cuando se habla en millones, decía Vladimir
Ulianov, el mismísimo Lenin.
No se debe ocultar el hecho de que la oposición está atravesando el
desierto y abril del 2002 y diciembre de 2006 son apenas oasis, pero no
la llegada a Canaán, esa tierra de leche y miel. Porque ya lo dijo en el
momento acaso más dramático de su vida León Blum, la política es un
juego severo donde no todos los aciertos se cobran pero todos los
errores se pagan doble.
Tampoco Chávez ganó su reelección el 3 de diciembre de 2006, y menos
limpiamente. Lo hizo gracias a uno de los más escandalosos fraudes
perpetrados en una América Latina que no los está, que se diga,
estrenando. Pero el error de la parte más alborotada de la oposición
está en confundir fraude con manipulación de los resultados.
Chávez no necesitó falsear las cifras del tres de diciembre, pues ya el
encargo estaba hecho, por la acción delincuencial de Francisco
Carrasquero y Jorge Rodríguez, junto con otros cómplices también
premiados con munificencia. Fueron ellos quienes manipularon el registro
electoral, prohijaron las listas Tascón y Maisanta, las cedulaciones
express, las nacionalizaciones del mismo tipo y celeridad, los cambios
injustificados de domicilio. Pero eso no fue obra de un día, sino de
ocho años de delitos que en una democracia decente, les hubiera costado
cárcel, devolución de sus sueldos malhabidos y una capitis deminutio
moral.
Ellos sí se dieron cuenta (y lo han dicho) de que el fraude no estaba
contenido en la manipulación de los resultados, sino en el obsceno
ventajismo oficial.
Con todo, hay que insistir, Chávez perdió. En primer lugar, a él le
interesaba mucho menos la victoria en las urnas que hacerle perder a los
venezolanos la confianza en el voto como arma de combate democrático: no
lo pudo, ni tampoco los abstencionistas que tanto lo ayudaban en eso.
No logró como hubiese querido, transformar la venezolana en una
democracia plebiscitaria ("diez millones" Chávez, cero la oposición)
como paso previo a la dictadura totalitaria. No logró hacerle perder
legitimidad a la oposición, pues no hay en este país ni en ninguno
cuatro millones de "oligarcas" ni cuatro millones de golpistas.
Pero sobre todo, que debe contar que esos cuatro millones que apoyaron a
Rosales, han encontrado en éste el líder por el que clamaban para
conducirlos por un camino sembrado de obstáculos hacia la victoria.