"El 11 de septiembre sentí que la sangre de tantos caídos era vengada" Hebe de Bonafini
Discurso pronunciado en la clase especial y pública sobre la guerra imperialista, Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo Madres de Plaza de Mayo
Hablo en nombre de las Madres, que somos la voz de nuestros hijos. Hablamos con su boca, miramos con sus ojos, latimos con su corazón. Cuántas veces nos dijeron qué era el capitalismo, qué era la represión, qué era EE.UU, cómo se formaban los militares para torturar. ¿Cuántas y cuántas veces lo escuchamos?.
Por eso cuando pasó lo del atentado y yo estaba en Cuba visitando a mi hija, sentí alegría. No voy a ser hipócrita, no me dolió para nada. No me dolió para nada, porque siempre digo en mis discursos, decimos las madres, que nuestros hijos serán vengados el día que el pueblo, algún pueblo sea feliz. Y creo que en el momento del atentado, un atentado sin ninguna declaración de guerra, alguien que declaró la guerra sin portaaviones, sin aviones, sin misiles, sino con el cuerpo, y no es muy fácil declarar la guerra con el cuerpo, por eso fue inesperado, porque tanta tecnología no le sirvió a EE.UU. Yo sentí que había muchos pueblos en ese momento que eran felices y sentí que la sangre de tantos en ese momento era vengada.
Aunque hablamos en contra de la venganza que quiere implementar Bush, este es otro tipo de declaración de guerra. Ahí no murieron pobres, no murieron poblaciones. No murieron viejos, nosotros vimos que en Yugoslavia bombardearon asilos de ancianos, bombardearon las refinerías, bombardearon los refugios.
Vimos los pedazos de personas en Irak, porque EE.UU bombardeó los refugios donde estaban los niños. La cifra es casi de 1.000.000 de niños muertos en Irak por los que queda en la tierra, por el hambre y además por la contaminación, esta cosa del uranio empobrecido, que dura años y años en irse. Lo vimos y lo sentimos y lo sufrimos, y nos duele, por supuesto que nos duele. Pero el día del atentado yo sentí que había hombres y mujeres muy valientes. Valientes, como una montaña de valientes, que se prepararon y donaron sus vidas para nosotros, tal vez para nuestros nietos, ni siquiera para nosotros. Declararon la guerra con sus cuerpos, manejando un avión para estrellarse y hacer mierda al poder más grande del mundo.
Y me puse contenta, por qué no. A algunos les parecerá mal. Cada uno evaluará y pensará. Yo no voy a ser falsa. Brindé por mis hijos, brindé por tantos muertos, contra el bloqueo, por todo lo que se me venía a la cabeza.
Brindé por los valientes. Brindé por los hombres que hicieron una declaración de guerra con el cuerpo. Una declaración de guerra inesperada para todos. Pero una declaración de guerra para algo que EE.UU no puede atacar porque no sabe a quién, ni cómo, ni dónde llegar. Afganistán no tiene ni escuelas, está todo destruido, viven en las ontañas, ¿qué van a bombardear? ¿A un hombre? Ahora tiene que empezar a retroceder, va a mandar portaaviones, barcos, aviones, todo ese poder inmenso, pero están muertos de miedo. Ese miedo que nos metieron a nosotros todo el tiempo, con la persecución, con la desaparición y con la tortura, ahora lo vive el pueblo norteamericano entero. Ese pueblo que se calló y aplaudió las guerras. Porque las guerras existieron porque el pueblo norteamericano las aplaudió. Si el pueblo las hubiera rechazado, las guerras no hubieran existido.
Porque los bombardeos de la OTAN, los bloqueos y los millones de niños que se mueren de hambre en este mundo, es culpa de este poder que los hombres con el cuerpo atacaron. Y todos lo sabemos, y no lo vamos a seguir repitiendo, porque los que estamos acá casi todos sabemos qué significa EE.UU. Cuando hablan del imperio, sí quieren dominar el mundo, y casi lo tenían amarradito, pero también todo lo que se hacía ahí en ese lugar, en esas dos torres, ahí se decidía todos los que nos íbamos a morir, a quedar sin trabajo, a masacrar, a bombardear. Ahí se decidía. Pero la propaganda es tan brutal, tienen tanto en sus manos, que como decían ellos mismos y ahí muchas agencias, los norteamericanos primero le mienten los poderosos a su pueblo, los gobernantes le mienten tanto, el pueblo se lo cree y después pueden hacer lo que quieren con lo que les cree el pueblo, como pasó aquí.
Como decía Viñas: nuestros hijos eran terroristas, y mucha gente se quedó callada porque pensó que estaba bien que había que matar a los terroristas, porque ¿si eran terroristas qué iban a hacer? Terrorismo. Entonces, nosotras éramos las madres de los terroristas. Se habló y se habló, y mucha gente dijo: no, pero ponen bombas. Sufrimos muchos años, nos costó mucha vida reivindicar a nuestros hijos como revolucionarios, ponerlos lo más alto posible, hacerles sentir al pueblo que dieron y entregaron sus vidas para un mundo mejor, para que nosotros podamos hablar, vivir, sostenerlos, defenderlos y seguir luchando. Eso es lo que hacemos en esta casa. Por eso cuando hoy Vicente me trajo un poema inédito del Che, porque el Che hacía poemas, yo decidí leérselos y ¿saben por qué? Porque el Che en este poema representa, en una persona, porque a veces hay que hablar de las personas, porque cuando uno generaliza hay que agarrar a algo.
El Che le dedica el poema a una mujer muy pobre, que sería una de estas mujeres que soñara con esto de las torres si las conocía, o tal vez en esa época todavía no existían, pero había ya algo en ella que la haría pensar "por qué me tocó esta vida"
VIEJA MARIA
Vieja María, vas a morir.
quiero hablarte en serio:
Tu vida fue un rosario completo de agonías,
no hubo hombre amado, ni salud, ni dinero,
apenas el hambre para ser compartida;
quiero hablar de tu esperanza,
de las tres distintas esperanzas
que tu hija fabricó sin saber cómo.
Toma esta mano que parece de niño
en las tuyas pulidas por el jabón amarillo.
Restriega tus callos duros y los nudillos puros
en la suave vergüenza de mi mano de médico.
Escucha, abuela proletaria:
cree en el hombre que llega,
cree en el futuro que nunca verás.
Ni reces al dios inclemente
que toda una vida mintió tu esperanza;
ni pidas clemencia a la muerte
para ver crecer a tus caricias pardas;
los cielos son sordos y en ti manda el oscuro,
sobre todo tendrás una roja venganza
lo juro por la exacta dimensión de mis ideales.
Muere en paz, vieja luchadora.
Vas a morir, vieja María;
treinta proyectos de mortaja
dirán adiós con la mirada,
el día de estos que te vayas.
Vas a morir, vieja María,
quedarán mudas las paredes de la sala
cuando la muerte se conjugue con el asma
y copulen su amor en tu garganta.
Esas tres caricias construidas de bronce
(la única luz que alivia tu noche)
esos tres nietos vestidos de hambre,
añorarán los nudos de los dedos viejos
donde siempre encontraban alguna sonrisa.
Eso era todo, vieja María.
Tu vida fue un rosario de flacas agonías
no hubo hombre amado, salud, alegría,
apenas el hambre para ser compartida,
tu vida fue triste, vieja María.
Cuando el anuncio de descanso eterno
enturbia el dolor de tus pupilas,
cuando tus manos de perpetua fregona
absorban la ultima ingenua caricia,
piensas en ellos... y lloras,
pobre vieja María.
¡No, no lo hagas!
No ores al dios indolente
que toda una vida mintió tu esperanza
ni pidas clemencia a la muerte,
tu vida fue horriblemente vestida de hambre,
acaba vestida de asma.
Pero quiero anunciarte
en voz baja y viril de las esperanzas,
la más roja y viril de las venganzas
quiero jurarlo por la exacta
dimensión de mis ideales.
Toma esta mano de hombre que parece de niño
entra las tuyas pulidas por el jabón amarillo
restriega los callos duros y los nudillos puros
en la suave vergüenza de mis manos de médico.
Descansa en paz, vieja María,
descansa en paz, vieja luchadora,
tus nietos todos vivirán la aurora,
LO JURO.