Editorial
El asilo irrespetado
ElNacional, 04 de Diciembre de 2004
Entre las instituciones más antiguas del Derecho Internacional está el derecho
de asilo. Ha sido respetado a través de la historia, y se le ha considerado
como uno de los grandes recursos de las personas, y sobre todo de los
perseguidos políticos. Como quiera que la política es impredecible, ha habido
coincidencia en preservarlo porque, bien que mal, nadie sabe si puede ser
perseguido.
Ha habido, incluso, perseguidores que al cabo de muchos desafueros encontraron
en la noble institución una fórmula para salvar sus vidas. De hecho, Venezuela
fue siempre celosa en respetar y en hacer cumplir el derecho de asilo.
Asilarse en una embajada de Venezuela era una garantía de que los perseguidos
no serían ni maltratados ni entregados a sus perseguidores. Hay países
latinoamericanos que tienen también su tradición de nobleza y cumplimiento
cabal de las prerrogativas. Colombia es uno de esos países, y se menciona
porque fue emblemático, por ejemplo, el caso del líder peruano Víctor Raúl
Haya de la Torre, quien estuvo en la residencia de la misión de Colombia en
Lima durante más de un lustro, mientras el gobierno militar le negaba el
salvoconducto.
En Caracas se asiló en la Embajada colombiana el ex presidente de la Junta
Revolucionaria de Gobierno, Rómulo Betancourt, y los militares del golpe
contra Gallegos le otorgaron el salvoconducto, después del 24 de noviembre de
1948.
A nadie se le ocurría que el asilo pudiera ser negado o adulterado.
Al respetar ese derecho, los países se han respetado a sí mismos y han honrado
su condición de Estados soberanos.
Estas reflexiones vienen a cuento porque acaba de ocurrir entre nosotros un
episodio que no tiene explicaciones claras.
Dos ex funcionarios de la Policía Metropolitana, los comisarios Henry Vivas y
Lázaro Forero, buscaron asilo en la misión de la República de El Salvador en
Caracas el 26 de noviembre.
Es inexplicable que hayan acudido a la embajada de un país que no tenía ni
embajador ni residencia oficial sino unas oficinas en un centro comercial.
Contra los comisarios no había auto de detención, y si apelaron al derecho de
asilo lo hicieron como una precaución lógica dada la persecución que contra
ellos ha desatado el Gobierno.
Para nadie era un misterio la guerra desatada por el régimen contra la PM y
sus directivos: durante varios años ese asedio fue notorio. La PM fue ocupada
militarmente, y sólo una decisión judicial que irritó al Presidente de la
República obligó al Gobierno a devolverla a sus autoridades legítimas: la
Alcaldía Metropolitana. De modo que contra los comisarios Vivas y Forero había
una guerra declarada, cuyas derivaciones no eran un secreto para nadie, y
menos para El Salvador.
Después de varios días de incomodidades, los comisarios fueron entregados
miserablemente por el Gobierno salvadoreño.
Es un hecho condenable. Sin explicación y sin justificación.
Un enviado del presidente Saca, Hugo Carrillo, vino a negociar con el
vicepresidente Rangel. Éste último declaró que se había “despetrolizado” el
problema. Nadie había hablado de petróleo, pero se sabe que El Salvador recibe
crudo venezolano.
A confesión de parte, relevo de pruebas.
El Salvador tenía otras opciones honorables y decentes, en el caso de que
hubiera considerado negar el asilo. Pero hasta la candidatura del ex
presidente Flores a la secretaría general de la OEA ha salido a flote. En este
caso, como es obvio, las apariencias no han engañado. Buscar asilo en países
con gobiernos derechistas, donde las instituciones nunca se han respetado, es
siempre un serio error. Vivas y Forero no lo pensaron a tiempo.
Como es visible, Venezuela presionó a El Salvador para que los comisarios no
recibieran asilo, ni siquiera de paso para buscar refugio en un tercer país.
El Salvador conoce perfectamente el estilo y las prácticas de la revolución
bolivariana. Las relaciones entre ambos países atravesaron hace poco una
situación crítica por lo que fue calificado como “intervencionismo de una
misión militar venezolana” en ese país, frente a la cual los salvadoreños
expresaron su descontento.
El Salvador sabe cómo se maneja la justicia en Venezuela.
Eso les bastaba para actuar con mayor responsabilidad y cautela, y no con la
precipitación con que lo han hecho. Países respetables han salido garantes de
la vida y del debido proceso a los comisarios Vivas y Forero. Esa sola
circunstancia bastaba para haberles concedido asilo porque nadie confía en la
justicia venezolana. Menos, aún, quienes como los comisarios, están ya
sentenciados