UNA CUARTILLA PARA JORGE AGUIRRE
 
Querido colega, querido amigo, querido compañero Jorge Aguirre Millán: hoy no hay pauta, hoy no hay guardia de fin de semana, hoy no compartirás los apremios en la redacción. No hay pasión ni presión por la noticia, hermano Jorge, no más estrés por la entrega,  no más riesgos de agresiones de ningún tipo. Sencillamente, ya no más periodismo, se acabó esa que fue razón vital, entre otras también muy amadas, de tu existencia. Liberado ya del peso corporal,  nuevo inquilino de los espacios que con seguridad reserva el Creador para los buenos, nos observas con ojos misericordiosos, sin saber cómo asimilar, atónitos, este golpe, esta parte de tus balazos que nos toca, que no nos han quitado, como a ti,  la existencia, es cierto, pero que un poquito de nosotros mismos se llevan.
 
Al influjo de tu injusta e inesperada partida, ocurrió un hecho inusual en años recientes. Periodistas de todas las edades, de distintas extracciones sociales, de todos los medios e independientemente de nuestras creencias políticas salimos a la calle, marchamos unidos en un reclamo de justicia y también de reflexión a todos los sectores: no dejemos que la violencia nos arrebate lo que ninguna crisis puede acabar en nuestra patria: ese sentimiento de unidad nacional que, soñamos, nos habrá de llevar a estadios de superación en todos los órdenes para consolidar el futuro de los venezolanos que todavía no están, que no conocemos, que no han nacido, de esas generaciones entre quienes se incluyen tus descendientes, nuestros descendientes. El destino de paz y prosperidad que nuestra patria y nuestra gente merece y necesita.
 
Reencontrarnos, abrazarnos, llorar tu absurda muerte con esos compañeros con quienes –distanciados por las percepciones políticas- nos hemos criticado y tal vez hasta denostado mutuamente a distancia, nos permitió, lo digo con conocimiento de causa, redescubrir que nos queríamos más de lo que imaginábamos y es hasta posible que no imagináramos que nos siguiéramos queriendo. Y sobre esa base de afecto y de respeto, invoco la unidad del gremio periodístico venezolano para exigir: no más agresiones, no más insultos, no más procesos judiciales, no más penas corporales, no más asesinatos de periodistas venezolanos.
 
La persona que puso fin a tus días anda libre. No sabemos si se hará justicia o si el manto de la impunidad cubrirá tu crimen, así como cubre el del inolvidable compañero Jorge Tortosa desde hace cuatro años. Es probable que tú ya lo hayas perdonado, pero si no lo alcanzara la imperfecta justicia terrenal hoy, cuando tu homicida sabe quien era el bondadoso ser humano que todos lloramos, no podrá con el peso de su conciencia. A pesar de su desalmada acción es un ser humano, con afectos y desafectos. Por eso hoy, que sabe de tu inconmensurable amor por tus hijos, por tu esposa y tus familiares, y del enorme vacío que dejas no lo abandonará nunca, no podrá con el peso de su conciencia. Te verá en el rostro de cada periodista, de cada reportero gráfico, se acordará de ti cada vez que escuche una noticia. No podrá con el peso de su conciencia, lo seguirá noche y día el tormento de su crimen inexpiable. Se hará justicia.
 
Acá quedamos, compungidos, llorosos, desconcertados tus amigas y amigos, abrazados solidariamente a tu familia. Nos comprometemos contigo a no olvidarlos ni a desampararlos nunca. Nos comprometemos a mantener vivo tu recuerdo y hacer que tu sacrificio sea una ofrenda en aras de la unión de todos nosotros. Marcha en paz, hermano, luminosamente sonreído como siempre. No nos olvides. Descansa para siempre en paz, en el regazo de Dios, al lado de los grandes de corazón, de los buenos, de los mansos, de los justos. Querido colega, querido amigo, querido compañero Jorge Aguirre Millán.
 
Gregorio Salazar
 
          Cementerio del Este, 8 de abril de 2006.

regreso a documentos            regreso a DDHH