En Ramo Verde se violan derechos humanos a los niños, Martha Colmenares, 2005.04.05

Martha Colmenares para el mundo
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Capítulo I de: “A propósito de la falta de humanidad con los presos políticos”.

Amigos, es tanta la inclemencia con los presos políticos o de conciencia que el escrito se me ha hecho muy largo. ¡Hay tanto que decir. Se me convirtió el texto en un tratado, así que lo enviaré por capítulos en base a: “A propósito de la falta de humanidad con los presos políticos”. Y mucho se me queda por fuera. En este me refiero por ejemplo, que a mi me ha parecido un horror saber que los hijos pequeños y esposas de los militares presos en la cárcel de Ramo Verde hayan sido encerrados con candado, de paso en una celda hacinada, durante el día de visita. A riesgo de que ahí ocurra hasta un incendio, ya son muchas las denuncias que se han hecho por el mal funcionamiento y deterioro del cableado, y ya bastantes desgracias tenemos de soldados quemados en celdas condenadas con candados. Y esto tiene un nombre: falta de humanidad. Creo que dice más que si hablamos en función de violación de principios fundamentales sobre los derechos humanos universales.

Entre los presos de Ramo Verde están los Oficiales Coronel de la Guardia Nacional Jesús Faría, General Ovidio Puggoli, General Uson, Coronel Castro Yelles, Capitanes Javier Nieto, Rafael Faría, y Javier Quintero. Igualmente se encuentra Carlos Ortega. Preciso mencionar la forma como ha sido vejado y humillado el General Felipe Rodríguez, al igual que su familia, con todo lo que hemos leído de lo que hoy enfrenta en la cárcel de Yare. Y callar la palabra del adversario en condición de preso, pero que tiene su moral en alto, a toda costa y bajo cualquier ruin procedimiento ahora es la norma, por eso se atenta también contra sus hijos.

Ahí está, en la Gaceta Oficial del lunes 19 de junio del 2002 se decreta la Ley de Reforma Parcial de la ley de Régimen Penitenciario, que si se la leen, y los invito a hacerlo encontrarán pura letra muerta. Más allá, una payasada evocando el “mamarracho” de Olavaria. Fíjense, en su Artículo 58 menciona que los presos podrán relacionarse con sus familiares y allegados “de acuerdo a su más favorable evolución”, y aun cuando la reclusión sea en celda de aislamiento, según el Artículo 46, ello no implicará “incomunicación absoluta”. Es decir, encima que están presos en una cárcel, ahí en una celda deshumanizada, y la celda con candado, y sus hijos encarcelados también y tener que soportar esto, es como castigo sobre castigo, con escarnio incluido, como para hacerles la vida más difícil aun (es que no hubo escarnio ni cuando trajeron a Pérez Jiménez ni con CAP). Porque tampoco se trata de los medios de coacción que menciona la ley, porque para que ello concurra tiene que haber una conducta del recluso que “signifiquen peligro eminente”.

¡Por favor!, estamos hablando de reclusos de excelente conducta, estamos hablando de hombres honorables que se acogieron a la Justicia de su país, y estamos hablando de niños, que van a llevar y a recibir afecto de sus padres, de buenas y abnegadas esposas, a quienes por cierto admiro por su fortaleza, de amigos solidarios, donde la única cosa que llevan consigo, aparte de los alimentos y útiles personales que le son necesarios a sus familiares presos, es el dolor por saberlos ahí. Y las autoridades de este país quieren hacerles más pesado aun el sufrimiento, involucrando a sus hijos.

Me parece gravísimo entonces, que el sano crecimiento del que tienen derecho los niños y adolescentes, está siendo vulnerado impunemente, por tener que presenciar lo que en los recintos carcelarios ocurre y por los que los obligan a padecer. ¿O, no los llevamos a visitar a sus padres para recibir su afecto?. Igualmente se estarían lesionando sus derechos, bien expresados en la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente (LOPNA), la cual entró en vigencia el 1 de abril de 2000 y que se remonta a la Aprobación de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, de fecha 20 de noviembre de 1989, en las Naciones Unidas (Aprovecho de destacar que fue Doña Blanca Rodríguez de Pérez quién antes de esta aprobación, fue la primera persona en este país que envió un pronunciamiento sobre el derecho de los niños que se encuentra inserto como documento en este organismo internacional, el cual me correspondió tramitar).

Y esta ley que estamos invocando tiene rango constitucional, es decir, en la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, aprobada el 15 de diciembre de 1999, en su capitulo V establece que hay que darle prioridad a la protección integral del niño, niña y adolescente expresado claramente en su Artículo 78: “ Los niños, niñas y adolescentes son sujetos plenos de derecho y estarán protegidos por la legislación, órganos y tribunales especializados, los cuales respetarán, garantizarán y desarrollarán los contenidos de esta Constitución, la Convención sobre los Derechos del Niño y demás tratados internacionales que en esta materia haya suscrito y ratificado la República”.

Estos escenarios contra los niños, contra hombres y mujeres, transpasa los límites de lo que soporta la condición humana. A mi como adulta que soy me hubiera dado una crisis de pánico, si yo hubiera estado ahí como suelo estarlo porque yo visito a quienes hoy merecen nuestro apoyo por estar en la cárcel, y por supuesto, que a mis amigos, como lo hago de manera especial por el Coronel Jesús Faría Rodriguez, a quienes todos debieran ir a conocer allá en Ramo Verde, si acaso los dejan pasar, porque las visitas están restringidas, para que conozcan de sus bondades, como la de los otros presos que lo acompañan.

Respecto a Faría, si algo de primero nos viene a la mente sobre él quienes lo conocemos es acerca de su generosidad y nobleza como amigo que bien se refleja en su bella familia, lo que también, bien nos dice que viene de buena entraña. Además está pagando el precio por no venderse y no ser un servil Oficial que se mostró indiferente cuando daban ordenes de masacrarnos en nuestras manifestaciones pacíficas. Por el contrario, mostró su desacuerdo ante sus superiores, y por eso hoy está pagando. Y tiene que vivir también el dolor por las humillaciones a que someten a su familia, hijos, esposa y amigos.

Según el diccionario sobre el pánico “Se dice del miedo extremado o del terror producido por la amenaza de un peligro inminente, y que con frecuencia es colectivo y contagioso” porque aparte de ser lo que me produce cuando sé que estas cosas están pasando en mi país, está también la connotación como cuadro clínico de miedo compulsivo relacionado con la depresión, de la cual padezco como consta en la certificación médica expedida por mi psiquiatra, que dice que no puedo ser sometida a estados de encierro, porque esto, no es que es cuestión de miedo, sino lo que genera es una sensación de pérdida del aire, una producción de exceso de oxigeno en la sangre. Y el encierro, más en estos términos, a cualquiera que no padezca este síndrome, a cualquier niño, puede o suele ocasionar una reacción de hiperventilación severa. Y yo me acuerdo entonces de la época de Hitler cuando instalaban cámaras a baja presión sobre vuelos a gran altura, y era tal la presión en las cabezas de los hombres sacrificados, que enloquecían y se arrancaban los cabellos en un esfuerzo desesperado por mitigar aquella cruel sensación. Es que hasta para ser astronauta se requiere de un severo entrenamiento para soportar los estados de encierro.

Ahora, ¿dónde están los médicos que se suponen deben estar ahí, en la cárcel de Ramo Verde, según esta ley?, por si a un niño o a cualquiera de los visitantes le da una crisis de pánico o hasta un infarto. Eso no existe y ya les contaré en los otros capítulos. Porque para poder entrar a la cárcel de Ramo Verde, niños, enfermos, ancianos, tienen que subir a pie una pendiente de una inclinación aproximadamente de 70 grados y de casi un kilómetro, habiendo espacio amplio y suficiente para poder subir con los carros y estacionarlos (como se hacía inicialmente, y desde hace meses dieron la orden de que no, sin explicación alguna, es decir, entiendo, por puro deseo), cargando además con el peso de las cosas que se les lleva a los familiares recluidos. Somos muchos con certificaciones médicas que vamos ahí y eso no se respeta. ¡Dígame yo!, que hasta también padezco de taquicardia paroxística supraventricular, y en el Hospital de Clínicas está en mi historia las veces que soy llevada al año en ambulancia de Rescarven. Y la verdad que esa cuesta, que esa pendiente que me obligan a subir me ha afectado el ritmo cardíaco. Pero seguiré y seguiremos subiéndola.

Por esta razones que involucran los derechos humanos de los niños, y otras tantas violaciones a la dignidad del recluido, se apeló al Coronel (GN) Jaiber Alberto Núñez, Fiscal General Militar. Hacer del conocimiento de los atropellos al Fiscal, ya ni siquiera se hizo invocándose los derechos que tienen los presos y los niños, sino se apeló a su deber como Fiscal, porque más allá de la cuestión de los derechos, su antónimo los deberes, son paradójicamente una cuestión obligante de esos derechos, como así lo contempla la misma Ley Orgánica de Las Fuerzas Armadas Nacionales (Título I. Sección II. Deberes de los Militares), cuando en su articulado prevalece el sentido del respeto, de la moderación, de la solidaridad, de la atención solícita de una obligación con “aptitud de apreciar debidamente toda situación” y “el carácter, para tomar con rapidez una resolución” para “hacer cumplir siempre la norma moral, que le impone el cumplimiento del deber común, bajo forma imparcial, justa, equitativa, sin perjudicar a los subordinados y sin favoritismos de ninguna clase”. Y presumimos que el Fiscal sabrá responder.

Me luce muy triste además, que la tradición de una institución militar se vea deshumanizada por una denigrante competencia por parte de uno de sus miembros que ni la razón del “deber ser”, mueva la fibra de su sentido de la solidaridad como el caso del Subdirector de Ramo Verde, un Teniente Coronel, quien suple al Director cuando éste no está. En el caso de los días de visita, lo veo ahí, a él, con mucha prestancia, si, disfrutando a la entrada donde se paran los niños y mujeres visitantes, cargando bolsas y paquetes, por largo tiempo hay que hacerlo, bajo el sol que se pone inclemente, porque ni un techito hay, esperando que dejen pasar, para después tener que hacer la otra cola y someternos a la requisa. Y luego de haber subido la pendiente aquella que ya les conté, que uno llega con el corazón en la boca, y él, ahí, como cualquier gerente de Hotel Hilton recibiendo con su sonrisa plácida a los visitantes de su hotel, con sus rostros cargados de dolor y sufrimiento.

Disfrutando aquello. Bueno entonces él, más bien debería ser el Sub-Director de un casino o mejor, yo podría hasta recomendarlo para que le den un cargo de Sub-Director, no en el Hilton, sino en el Stanhope Park Hyatt Hotel, y esa sonrisa plácida que el suele tener cuando ve el dolor, con su porte, le quedara muy apropiada cuando llegue la gente del Jet Set a este maravilloso lugar 5 estrellas en 995 5th Avenue 81 Street, en el este de Manhattan en mi ciudad adorada: Nueva York. Para mí, no vale formación alguna en alguna escuela, ni en Escuela Militar alguna, si no se viene de buena extraña, como lo mencioné en relación al Coronel Faría. Algo así le dijo Ovidio Puggoli a su castigador el segundo en la DIM cuando era sometido a maltratos siendo él un General, y aquel un oficial de rango inferior a quien le debía respeto. ¿Con qué moral? cuando según leí en la columna de Patricia Poleo, éste Mayor del Ejército Peña Carrillo tiene una sentencia de tres años de prisión por estafa, que no ha cumplido. Desdice mucho para mí quien se vale de la condición del indefenso. Deploro la vocación de carcelero opresor gratuito, porque es que yo creo que esa vocación nadie la obliga, eso se lleva por dentro.

Les voy a comentar algo sobre las corridas de toros: el toro, un animal vigoroso, enérgico, de naturaleza tranquila y con muchísima más fuerza que un humano se convierte en un ser decaído, deteriorado, nervioso y fatigado porque antes de entrar al ruedo se le practican atrocidades tales como: dejarle días sin comer para hincharlo horas antes de la corrida y así conseguir que se abotague, golpearle con sacos de arena en los riñones, ponerle vaselina en los ojos para nublarle la vista, taponarle la nariz con bolas de algodón para aumentar la fatiga... Si el toro estuviese al 100 por 100 de su capacidad física se podría ver valor y destreza por parte del torero, pero en estas condiciones lo que se demuestra es recelo y cobardía. El toro no ha decidido por sí mismo que quiere enfrentarse a un humano. En cambio el torero sí que va al ruedo por voluntad propia.

No hay pretextos para incumplir, mucho menos para prestarse a violar los derechos humanos de los niños ni de la condición del indefenso. Ya hemos visto que no es cuestión ya de que ni siquiera quieran o no, sino que los obliga el Artículo 31 de su misma Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas: “Nadie estará obligado a hacer más de lo que se ordene; pero en cualquier situación del servicio los militares actuarán siempre de acuerdo a la Constitución y Leyes de la República”. Concluyo con algo que me llegó al corazón, y me da mas fuerza para seguir defendiendo la condición del oprimido, porque a veces las grandes lecciones provienen de nuestros hijos niños o adolescentes, a quienes ha traspasado el afán de represalia y revancha desde la ventaja del que tiene el poder. Me decía mi hija que cuando ella escogió, niña, casi adolescente, al Coronel de la Guardia Nacional Jesús Faría Rodríguez como su Padrino de Confirmación, para entonces, con rango de mayor, edecán de la Primera Dama Blanca Rodríguez de Pérez, lo hizo porque vio en él a una gran persona, a un gran amigo, pero que ella nunca se imaginó, que tiempo después, en el presente, ella iba a decir y a pregonar con orgullo que ella siente mucho orgullo de que él sea su padrino.

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