UN AÑO TRAS LAS REJAS
"Si de los gobiernos
quitamos la justicia, ¿En qué se convierten sino en bandas de
ladrones a gran escala?"
San Agustín de Hipona. La Ciudad de Dios (De Civitate
Dei): 4,4
Hace un año fui privado de la libertad, probablemente
el bien más preciado después de la vida. Cuando evalúo mi situación y
tomo en consideración las vicisitudes vividas y por vivir, me he
preguntado:
¿Ha valido la pena?
Como hijo de un exiliado español y una trujillana, hoy
fallecida, crecí con las historias y relatos del drama humano de un
joven adolescente que perdió a su madre en un bombardeo a principios
de la Guerra Civil Española y a más de una tercera parte de su familia
en combates y en campos de concentración, víctimas de las atrocidades
del fascismo, comunismo y el nazismo. Hoy más que nunca, recuerdo las
historias que todas las noches mi abuelo Pascual me contaba antes de
dormirnos. Con el tiempo, comenzaron a calar en mi mente y dieron
respuestas a mis dilemas de la niñez, ¿Qué puede ser tan precioso para
que justifique tanta sangre, sudor y lágrimas? Hoy la respuesta es
definitiva: LA LIBERTAD Y LA JUSTICIA, a través de las cuales se
genera la Paz. Lo demás, como el desarrollo humano y social, la
riqueza, o en un sentido amplio, el Bien Común, tienen su fundamento
en una sociedad de seres humanos libres, donde impere la justicia.
De los relatos de mi abuelo, mi padre y de sus
compañeros de luchas, pude evaluar el trauma que significa para un ser
humano haber vivido bajo la opresión de la tiranía, la continua
amenaza y la persecución por razones políticas e ideológicas. Pero más
allá de la pérdida de seres queridos, el hambre y las privaciones, las
infancias y juventudes perdidas, y todas aquellas personas que he
conocido que han sufrido el yugo de las tiranías, las han enfrentado y
eventualmente han colaborado para derrotarlas, exhibieron una actitud
y voluntad monolíticas frente a sus opresores, la que los Derechos no
son negociables, aún a costa de la vida y la libertad.
En mis largas horas de cautiverio le pido a Dios por la
fortaleza para combatir mis debilidades, por no odiar y tener sed de
venganza en contra de los que me privaron de la libertad; pero también
de mantenerme fiel a mis ideales y de no aceptar negociar mis
derechos, mis valores y mis principios por una libertad fácil, o por
convertirme en ciego, sordo y mudo ante los ultrajes a los que estamos
siendo sometidos.
No puede existir una reconciliación a expensas de la
justicia. El perdón no implica impunidad del delincuente, más cuando
éste ha promocionado la injusticia y ha transformado las
instituciones del Estado en vulgares bandas de delincuentes a gran
escala con propósito de robarnos nuestra libertad. No tengo sed de
venganza, pero si de justicia, no pretendo recibir clemencia, pero
tampoco los criminales del Régimen la pueden esperar de mí.
Paradójicamente, a más de 60 años de que mi abuelo, mi
padre y mi difunto tío sufrieron y combatieron las tiranías en Europa,
emigraron a Venezuela en busca de nuevas oportunidades; hoy estoy
viviendo en carne propia, formas similares de opresión.
Hoy más que nunca estoy convencido de que lo que estoy
viviendo:
¡ SI MERECE LA PENA !
La lucha es por un país donde reinen la Libertad, la Justicia y la Paz, no por mí, sino por las generaciones futuras y para que a la hora de morir pueda poner en la balanza contra mis muchos pecados, un grano de arena que si hice algo por los demás.
Ramo Verde, 22 de Mayo de 2005
Francisco V. Usón R.
General de Brigada (Ej.)
Preso Político y de Conciencia.