En Exilio III
Fue escolta del Cuervo. Y hace dos años lo torturaron para que delatara el escondite del general. Hoy vive asilado en Estados Unidos

OSCAR MEDINA

ENVIADO ESPECIAL/EL UNIVERSAL

Miami._ Algunos dirán que se lo buscó: Luis Eduardo Gonsalves fue interceptado, perseguido a tiros y capturado la mañana del 25 de septiembre de 2003. Lo encapucharon, lo esposaron y lo llevaron a un lugar donde fue torturado con saña y método. Lo liberaron casi a las 2 de la madrugada del día siguiente a la entrada de Caracas. ¿Quiénes fueron? Esa pregunta se responde con otra, la que le hicieron una y otra vez en medio de la golpiza: ¿Dónde está el Cuervo?
"Yo había visto a gente torturada, había escuchado cuentos y no quería pasar por eso: a mí me matabas en el acto. En eso estaba claro. Incluso ya había tomado previsiones pensando en mis hijos. Pero no estaba preparado para que me agarraran y me torturaran. Eso ya es otra vaina".

Gonsalves no quiso en ese momento contar su historia. ¿Para qué? Había salido con vida de ese asunto y ahora le tocaba cumplir con su parte del trato: quedarse callado y largarse. Hoy, con asilo otorgado por Estados Unidos y asentado en Miami, tiene ganas de hablar: "Aquí no estoy metido en nada político. Si en algún momento pude haber sido una piedra en el zapato para el gobierno, pues hoy en día ya no lo soy. Y además, ya agarraron al Cuervo".

Buscando un lugar
Luis Eduardo quería meterse en algo. Abogado graduado en la UCAB, procesando su divorcio y en plena "reconstrucción interna" se vio involucrado en la preparación de aquel acto de público repudio contra el Decreto 1.011 en la Plaza Brion de Chacaíto. "¡Qué bolas, por el camino que vamos! Pensaba en el futuro de mis hijos. Comenzaron las inquietudes, pero no me metí en nada, sencillamente iba a las marchas".

Para el 11 de abril de 2002 ya Luis Eduardo estaba en algo: "Pertenecía al grupo Los vecinos observan, que nació en El Cafetal, y vivimos intensamente lo que pasó ese día".

Así que decidió que ya era hora de ir un poco más allá. La inquietud por formar parte de la pelea ciudadana que entonces desbordaba las calles contra el chavismo se encontró con una personalidad temeraria: "Busqué a un amigo que estaba involucrado en los movimientos organizados contra el gobierno y le dije: Necesito un grupo que sea de naturaleza civil. Y que sea operativo porque lo mío es actuar. Y actuar era cuidar las marchas, trabajar en seguridad, en inteligencia. Entonces me presentaron a Carlos Melo".

Así se sumó a un equipo con tareas específicas. Y de acción: "Había un plan de seguridad en cada marcha, y era tan bueno que la gente ni lo sentía y disfrutaban aquello como un show sin saber que había focos de violencia en un perímetro cercano. Y si ese era el caso, pues nos tocaba enfrentarnos contra la Disip o la Guardia Nacional. Había otros grupos más light que se encargaban de guiar a la gente por las rutas de evacuación mientras nosotros, de la manera posible, teníamos que controlar a la Disip, a la Guardia, a la policía de Bernal o a los círculos".

¿Enfrentarse? ¿A plomo, a piedras, a golpes? "Enfrentamientos directos", corta para no entrar en más detalles.

Te están buscando
El dirigente político Carlos Melo confirma el relato de Gonsalves: "Trabajó con nosotros en Gente del Pueblo y sí estuvo en los manejos de seguridad de las marchas. Hubo, en efecto, momentos en que nos tocó ir adelante cuando nadie quería hacerlo. Considerábamos que era nuestro derecho poder manifestar. Y hemos sido perseguidos por eso: en el 23 de Enero nos mataron a tiros a un compañero cuyo nombre me reservo; a Manolo Campos le dieron cinco tiros; sobrevivió, pero perdió un riñón; cuando me detuvieron se llevaron también a Angel Casique y lo intentaron comprometer con una caja de balas. Además de Francisco Volcán, que está en Inglaterra, y Luis Eduardo; hay otros dos compañeros con asilo en Estados Unidos. En realidad no somos acusados de ningún delito, pero nos están cobrando cosas: el trabajo de seguridad, la entrega de las firmas. En la segunda entrega de las firmas Luis Eduardo jugó un papel importante. Pero después nos distanciamos cuando decidió quedarse trabajando con El Cuervo en la Plaza Altamira. Lo que le hicieron a él fue un mensaje para el colectivo".

Marcha tras marcha, Gonsalves se fue destacando en la labor. Y ya más de uno empezaba a fijarse en su presencia constante a la hora de los choques: "Estuve en todas".

El 22 de octubre de 2002 le encomendaron una misión: su grupo debía manejar la seguridad de los militares que se estaban pronunciando contra el gobierno desde la Plaza Francia de Altamira. Allí, luego de "rescatar" al general Carlos Alfonzo Martínez de lo que llama su primer intento de secuestro, el "Estado Mayor" de los uniformados alzados, por supuesto, quiso conocer a los muchachos que habían logrado el rescate.

"Felipe Rodríguez me explicó quién era él, qué hacía y qué pretendía. Y me explicó que por la naturaleza de su trabajo dentro de la plaza no podía arriesgarse a tener militares como escolta porque podía haber infiltrados del gobierno. Me propuso que fuera su escolta y su asistente".

El día que la Disip capturó finalmente al general Alfonzo Martínez (30 de diciembre de 2002), durante su participación en un acto público en El Paraíso, Gonsalves cometió un grave error: "Pasó lo que no tenía que pasar. Salí en televisión peleando contra la Disip. Y después, ese mismo día, durante la manifestación que hubo frente al Helicoide, fuimos Francisco Volcán y yo quienes auxiliamos al tipo que había quedado herido y que todo el mundo vio convulsionando. Después de eso las fuentes de inteligencia que manejaba El Cuervo me avisaron que ya yo era un objetivo político. A partir de ahí tuve que trabajar escondido".

El episodio de la entrega de las rúbricas del Reafirmazo cuyo plan madrugador reivindica Gonsalves, marcó, y en esto coinciden Gonsalves y Melo, el inicio de un proceso más fuerte: "Capturan a varios de la Plaza. Estaban buscando a Felipe Rodríguez".

Misión Cuervo
"Estuve con mi hija el 24 de septiembre, me estaba despidiendo de ella porque me tenía que esconder. Ya me habían dicho que la orden era matarme. En la mañana del 25 la dejé en el colegio y me dirigía a Santa Marta. Me distraje como un pendejo y me interceptaron con motos y varios carros en Chuao, en la calle La Guairita. Los tipos se bajaron con ametralladoras y pistolas. Me trataron de sacar de la camioneta, pero en una de esas le di una patada a la puerta, tumbé al tipo que tenía de frente y me escapé corriendo".

No llegó muy lejos, aunque la peleó: "Finalmente me cayeron a tiros delante de todo el mundo. Me dieron en la pierna, pero la bala sólo me rozó. Y me agarraron, me encapucharon y me metieron en un carro con la cabeza en el piso".

Apenas empezaban: "Me bajaron del carro en un sitio del que lo único que puedo decir es que había una brisa fortísima y en un momento dado supuse que era El Helicoide. Caminé un poco, bajé por unas escaleras y al entrar a un lugar me tiraron contra algo que parecía una tabiquería de una oficina. "Ya estás jodido, mariquito', me decían. Me cambiaron las esposas por unas que tenían una barra en el medio y me llevaron a otro lugar. En ese sitio empezaron a torturarme. Me levantaron la capucha hasta la nariz, me pusieron una bolsa de plástico en la cabeza y uno me caía a patadas desde adelante. Botaba el aire y la bolsa se me iba para adentro. También me paraban y me daban coñazos en el cuerpo hasta que me caía. Me habían quitado los zapatos y cuando estaba en el piso me daban con un bate o un remo, algo así, en la planta de los pies".

En medio de los golpes una pregunta se repetía: "¿Dónde está el Cuervo?".

"Yo no colaboré, así que traen a otra persona. Y esta es una de las vainas que nunca se me va a olvidar: el tipo me dijo, ¿sabes dónde estás? No, le dije. Te lo voy a decir: estás frente a las puertas del infierno. ¿Tú sabes quién soy yo? No, le dije. Yo soy satanás y ya los muchachos me dijeron que no colaboraste. De ti depende tu vida. Colabora, no seas pendejo. Te traicionaron, te vendieron. ¿Tú crees que nos van a tumbar con unos votos y unas firmas, güebón?"

"Ese tipo me puso un gancho en la barra de las esposas y me colgaron. Me subieron los brazos y me empezaron a pegar con el mismo bate o remo ese con el que me daban en los pies. Me tiraban al piso, me dejaban descansar un poco y volvían a darme en los pies, en los huesos y las rodillas".

"Luego vino un supuesto capitán. Y dice: prepárenlo. Me bajaron los pantalones y me pusieron unos ganchos, como unos caimanes, en las tetillas y en los testículos. Y me mojaron. El tipo me dice: bueno compadre, ya no quiso colaborar y no hay vuelta atrás, pero de que nos vas a decir dónde está el Cuervo, nos lo vas a decir. Y en ese momento, alguien lo interrumpió.

"Al cabo de mucho tiempo, me habían dejando con los ganchos, vino otra persona, muy educada. Y en un tono pausado me dijo que no había conocido a nadie con tanta suerte, que me acababa de bajar un ángel del cielo y que la vida me iba a dar una segunda oportunidad. Y que de mi dependía la duración de esa segunda oportunidad. Me dijo que me desapareciera, que la condición era que no me querían volver a ver, que ya sabían dónde vivían mis hijos".

A las dos horas lo sacaron. Y luego de unas vueltas, lo arrojaron del carro en Tazón. Trastabillando, llorando y adolorido por todas partes, caminó hasta la estación de servicio de La Rinconada, donde un camionero, a quien le contó que lo habían asaltado y ruleteado durante todo el día, terminó por llevarlo a tomar un taxi en Las Mayas. "Cuando llegué a Santa Fe no me podía mover. El vigilante del edificio y unos vecinos me ayudaron a llegar a mi apartamento. Ahí me comuniqué con todos los que debía llamar para decirles que estaba vivo. Luego supe que alguien con altas conexiones había intercedido por mí. Esa es la historia". ¿Se lo buscó? Esa pregunta también se responde con otra: ¿Acaso alguien legalizó la tortura?

El 3 de octubre de 2004 un amigo lo recibió en Miami. Y asesorado por una iglesia local (la de la calle 23, NE) presentó su caso: "Cuando la oficial de inmigración vio las fotos con las huellas de la tortura, soltó la carpeta. No podía creer que esa vaina estuviera pasando en Venezuela".

En mayo de 2005 obtuvo el asilo. "Aquí el título de abogado no me sirve de nada. Pero el Estado te ayuda y estoy estudiando gerencia en un college. He limpiado ventanas y oficinas, trabajado en la cocina de un restaurante y estuve un año como asistente de mecánico de un yate. También obtuve certificaciones de oficial de seguridad y guardaespaldas, pero ahora estoy desempleado: el huracán afectó la discoteca en la que trabajaba como jefe de seguridad. Llevo dos años aquí solo. La poca plata que he podido ahorrar me ha servido para traer a mis chamos unas pocas veces. Con la gente del grupo no tuve más contacto".

ommedina@eluniversal.com 

http://www.eluniversal.com/expe_index.shtml

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